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Cambio de rumbo

Hace unos días el diario británico 'The Guardian' publicó un artículo titulado 'Cómo salvar el mundo'. La reflexión giraba en torno al economista Jeffrey Sachs. El pretexto fue su paso, hace ahora aproximadamente un año, por Europa, en concreto, por la Royal Society de Londres.

el 15 sep 2009 / 03:30 h.

Hace unos días el diario británico 'The Guardian' publicó un artículo titulado 'Cómo salvar el mundo'. La reflexión giraba en torno al economista Jeffrey Sachs. El pretexto fue su paso, hace ahora aproximadamente un año, por Europa, en concreto, por la Royal Society de Londres. El visionario economista de Harvard tiene ahora su punto de mira puesto en África. Ha visitado todos los continentes, y en todos ellos dejó su huella. Países de América Central y del Sur, del Sudeste asiático, del Este europeo. En todos aplicó su receta. Y muchos de ellos, tras sus terapias de choque, vivieron profundas crisis económicas. Las metáforas, tan presentes en economía, trascienden su condición de recurso literario o didáctico y transmutan a ideología con aplicaciones prácticas muy traumáticas. Metáforas procedentes de disciplinas como la física mecánica, la biología o incluso la psiquiatría.

El citado artículo se hace eco de las críticas de la periodista Naomi Klein a Sachs. La escritora canadiense en su trabajo La Doctrina del Shock, denuncia los perniciosos efectos de las medidas por él sugeridas para Bolivia o Polonia, por ejemplo, y su relación con el tratamiento de shock económico teorizado y puesto en práctica por la Escuela de Chicago, especialmente por el economista Milton Friedman. Tal vez lo más novedoso, aunque ha suscitado algunas discrepancias, es la relación que establece la autora entre las políticas de choque aplicadas por estos economistas y los experimentos de electroshock llevados a cabo por el psiquiatra, de la Universidad McGill, Ewen Cameron a mediados del siglo pasado. Cameron fue contratado por la CIA para a través de estos experimentos lograr el control psíquico de las personas, para doblegar la moral de los prisioneros. También, las situaciones económicas extremas, reales o percibidas, generan sensación de shock, inseguridad y estrés psicológico. En estas condiciones, es más fácil aplicar las medidas más duras, las menos aceptables socialmente.

En la crisis de los ochenta los gobiernos de Thatcher y Reagan establecieron un singular madridaje y marcaron un cambio en la orientación de las políticas económicas. Pusieron en marcha un conjunto de iniciativas bajo el dogma del mercado y las terapias de choque. Crecer a cualquier precio, favorecer un desmesurado crecimiento de los beneficios empresariales. La crisis de los setenta fue la excusa. El pretexto perfecto para emprender, sin complejos, la senda del crecimiento sin empleos y la precariedad creciente de las condiciones laborales de millones de personas en todo el mundo. También la del diseño de un mundo bipolar, con enormes bolsas de pobreza y exclusión. Nunca, en los últimos doscientos años se creció tanto. Nunca la brecha entre los más ricos y los más pobres fue tan grande. Es necesario un cambio de rumbo. La mejor terapia para salvar el mundo es poner la economía al servicio de la sociedad y no al contrario. Afortunadamente, tenemos la posibilidad y la capacidad para salir del estado de shock. Esforzarse en ello merece la pena.

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