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De Armani al traje de pana

El técnico maño debuta con el Betis en Segunda tras más de veinte años en la élite. Es algo así como el niño prodigio de los banquillos españoles y el único del top ten histórico de entrenadores -junto a Lorenzo Serra Ferrer que no fue antes futbolista de élite. Ahora afronta el reto más complicado de su carrera: devolver al Betis a Primera división. Ardua tarea, con la que está cayendo.

el 31 ene 2010 / 08:41 h.

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Víctor Fernández, que el próximo otoño cumplirá los 50 años (nació en 1960, como Maradona, el presidente Zapatero, Perico Delgado, Antonio Banderas o Loquillo) ha sido algo así como el niño prodigio de los banquillos españoles: es el cuarto en el ránking histórico de partidos dirigidos en Primera división, con 514, sólo por detrás de Luis Aragonés (757), Javier Irureta (612) y Miguel Muñoz (608) y el único del top ten histórico de entrenadores -junto a Lorenzo Serra Ferrer (413)- que no fue antes futbolista de élite, pues su carrera como jugador no pasó del Stadium Casablanca en Regional preferente o el Sariñena en Tercera, muy distinta a las de Fernando Daucik (488), Javier Clemente (487), John Toshack (480), Marcel Domingo (457) o José María Maguregui (414), que sí destacaron como futbolistas antes de hacerlo como entrenadores y completan ese cuadro de honor de históricos de la Liga.

Víctor fue el primero de su promoción cuando se sacó el carnet de entrenador nacional en 1988, lo que le valió para trabajar un par de años como segundo de Radomir Antic en el Zaragoza y luego en el filial maño. Con apenas 30 años fue reclamado para suplir en el primer equipo zaragocista al uruguayo Ildo Maneiro, a mediados de la temporada 1990/91, y desde entonces, hasta hoy, apenas ha estado un par de temporadas sin entrenar, siempre en Primera división y con un estilo propio, de marcado carácter ofensivo y gusto por el control del balón.

En Zaragoza estuvo siete campañas (hasta 1997) y ganó la Copa del Rey de 1994 (el año que el Betis subía a Primera con Lopera) y la Recopa de Europa de 1995 con el famoso gol de Nayim. Luego tuvo una experiencia breve y negativa en el Tenerife (fue cesado a las diez jornadas en la 1997/98) y un exitoso ciclo de cuatro temporadas en el Celta, al que clasificó 5o, 7o, 6o y 5o en el periodo que va de 1998 a 2002, justo antes de cumplir su primera etapa en el Betis, de la que aún se recuerda su esplendoroso debut (2-4 en Riazor, quizá en el mejor partido de los béticos en las últimas décadas) y poco más, pues el equipo, pese a contar con nombres ilustres como Joaquín, Assunçao, Alfonso, Prats, Filipescu o Denilson, no pasó de firmar dos discretas campañas (8o y 9o) antes de explotar a la siguiente, ganando la Copa y metiéndose en la Champions... con Serra, Edu y Ricardo Oliveira, un delantero que había pedido el propio Víctor pero que le birló en el aeropuerto el Valencia y que luego llegó al Betis cuando Lopera decidió no renovarle.

Pese a no triunfar con el Betis, Víctor, que siempre tuvo buen cartel, estuvo a punto de ser nombrado seleccionador español ese verano -al final fue designado Aragonés de una terna en la que también estaba Floro-, y la marcha de Mourinho al Chelsea le abrió las puertas del Oporto, todo un vigente campeón de la Champions, con el que tuvo tiempo de ganar la Supercopa portuguesa y la Intercontinental (al Once Caldas) antes de ser destituido a mitad de la campaña 2004/05, la única en la que el Oporto no ha ganado la Liga portuguesa, de las siete últimas.

Su primer año sabático llega en la 2005/06, pues en la siguiente vuelve al Zaragoza de la mano de Agapito Iglesias, que lo destituye en la jornada 12 de la 2007/08. Entonces anuncia que no volverá a entrenar más al Zaragoza, el equipo de su vida: "Si vuelvo será como director deportivo o presidente". Con su caché, tampoco esperaría entrenar en Segunda, pero "si me llama el Betis lo dejo todo", vino a decir en su presentacion, por lo que aparcó sus colaboraciones periodísticas en radio y TV para reincorporarse al tajo. Hoy volverá a sentarse en un banquillo tras dos años de reposo y meditación. Y será su debut en Segunda división después de dos décadas largas entrenando siempre en la elite: aquí los trajes de Armani que tanto le gustan valen lo mismo que las buenas palabras: nada. Aquí, en Segunda, deberá arremangarse los pantalones, ajustarse el traje de pana, meterse en el fango y afrontar el reto más complicado de su carrera: devolver al Betis a Primera división. Ardua tarea, con la que está cayendo.

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