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El blindaje de la memoria

La Consejería de Cultura acaba de iniciar los trámites para declarar Bien de Interés Cultural (BIC) los lugares que sirvieron de escenario al crimen de Casas Viejas. Es el primer paso para conservar la memoria de lo que pasó, aunque quede poco: documentos, restos materiales y, sobre todo, la casa cuartel que los anarquistas rodearon y donde empezó el fuego cruzado.

el 16 sep 2009 / 07:30 h.

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10 de enero de 1933. En la sede del sindicato Los Invencibles, en Casas Viejas (Cádiz) nacía una sublevación anarquista bajo las consignas de la CNT. Los campesinos frente al poder. Tras dos días de acoso, su grito dejó de oírse. El resultado fue de 26 muertos, tres guardias civiles, cinco líderes de la revuelta, 18 inocentes. Dicen que la crudeza con que se reprimió el levantamiento fue clave para la dimisión del presidente de la II República, Manuel Azaña. La violencia contra el trabajador quedó como una mancha en la conciencia del Gobierno, hasta el punto de que Casas Viejas cambió su nombre por el de Benalup, por si así se borraba también el recuerdo de la sangre.

Pero no. Ahora, 76 años después, la Consejería de Cultura acaba de iniciar los trámites para declarar Bien de Interés Cultural (BIC) los lugares que sirvieron de escenario a aquel suceso. Es el primer paso para conservar la memoria de lo que pasó, aunque ya quede poco de entonces: documentos, restos materiales y, sobre todo, la casa cuartel que los anarquistas rodearon y donde empezó el fuego cruzado. La choza de Francisco Cruz, Seisdedos, el punto más emblemático de la masacre, rodeada por la Guardia de Asalto y en la que murieron ocho personas, tampoco existe ya. En su lugar se levanta un centro de interpretación que explica al visitante lo que ocurrió en Benalup-Casas Viejas (el pueblo tiene nombre doble desde 1998), y que será el eje de este plan de rescate.

Pero aún quedan deudas pendientes, como la recuperación del cuerpo de María Silva, La Libertaria, la única que se salvó de la muerte al salir de la choza de su abuelo, Seisdedos, "por un ventanillo, bajo una fuerte lluvia de balas", como lo contó en sus crónicas Ramón J. Sender. En la guerra, en el 36, fue fusilada por ser la mujer de un periodista cenetista.

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