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El bordado de la fe

Independientemente de lo que cada persona pueda pensar, sentir y creer, la Semana Santa es un acontecimiento rodeado de numerosas formas de trabajo de la artesanía que sobrevive. Y prueba de ello es el grupo de bordadoras de la cofradía de los Gitanos de Utrera.

el 16 sep 2009 / 00:32 h.

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Independientemente de lo que cada persona pueda pensar, sentir y creer, la Semana Santa es un acontecimiento rodeado de numerosas formas de trabajo de la artesanía que sobrevive. Y prueba de ello es el grupo de bordadoras de la cofradía de los Gitanos de Utrera.

Desde finales de los 80 llevan luchando para que este arte no se pierda y poder enseñar las claves de su trabajo a las generaciones venideras. Bordan de manera altruista para la corporación y han intervenido en numerosos trabajos que posee la misma. Pepa Espinosa, Ana María Jiménez, Isabel Sánchez, Consuelo Espinosa y Amalia Prior lograron hacer del bordado un arte y trabajan para que esta cofradía luzca durante la estación de penitencia de la madrugada.

El primero que realizaron fue el escudo de la cofradía, en 1988. Ese mismo año realizaron un curso en los Salesianos y desde entonces han venido trabajando en innumerables diseños. En estos momentos lo hacen en un nuevo manto para Nuestra Señora de la Esperanza, cuyo diseño es obra de Jesús Miguélez.

El pasado año, la Virgen de la Esperanza estrenó una saya, siendo éste uno de los trabajos de los que están más orgullosas. Lo realizaron en sólo 28 días y a contrarreloj, ya que salió del taller directamente para vestir a la dolorosa. "La hermandad siempre ha apoyado a las hermanas, de las que todos nos sentimos muy orgullosos e intentamos mimarlas en la medida de los posible", afirma el responsable de la cofradía, Manuel Peña.

Y toda esta labor es fruto de una gran disciplina. Trabajan tres días a la semana, durante cuatro horas, cifra que aumenta cuando se acerca la Semana Santa. El taller se encuentra en un local cedido por la empresa municipal Produsa, donde constituyen una auténtica familia. De septiembre a junio están ocupadas en sus labores, aunque siempre hay tiempo para hacer una pausa y disfrutar del sabor de un buen café.

Todas coinciden a la hora de señalar que lo más emocionante es ver en la calle una de sus piezas, cuando incluso les entra "un frío muy grande por el cuerpo y ganas de llorar". Ana María Jiménez va más allá: "Esto es como una droga, yo desde que empecé no he podido parar, y lo único que le pedimos a la Virgen de la Esperanza es que nos dé fuerzas y salud para continuar nuestros trabajos". La labor que realizan tiene un valor incalculable. Una pieza como el nuevo manto que están bordando ahora está por encima de los 180.000 euros, entre los materiales y el propio trabajo de estas voluntarias.

"Si no llega a ser por las hermandades, el oficio del bordado a mano se habría perdido, y lo curioso es que en otros tiempos éste era un trabajo de hombres", subraya el responsable de la cofradía. Sobre el futuro de esta artesanía, a Isabel Sánchez le gustaría "poder seguir enseñando esta tradición a los jóvenes, para que no se pierda". Sin embargo, "parece que a ellos no les interesa este tipo de trabajos, ya que es muy laborioso y, además, uno se tiene que privar de ciertas cosas". El tiempo dirá qué ocurre. Mientras, entre los Gitanos y los Estudiantes, parece que el bordado de la fe sigue con vida.

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