Ya llegó. Don Juan Tenorio vuelve esta noche a hacer de las suyas, en este caso en el Teatro Quintero, la nueva morada para la versión que del clásico de Zorrilla lleva poniendo en escena la compañía Teatro Clásico de Sevilla desde 2005.
Han pasado cinco años y desde aquella lejana Noche de Difuntos en que Teatro Clásico de Sevilla lo estrenara en la barroquísima Iglesia de San Luis de los Franceses, esta obra se ha convertido, como sus responsables afirman, en "nuestro buque insignia, ya que gracias al gran éxito obtenido, sumado a la petición del público de realizarlo año tras año, hemos decidido incorporarlo como un espectáculo permanente en nuestro repertorio".
Y este año se ha dado un paso más al introducirle las modificaciones oportunas para adaptarlo a espacios convencionales (léase, los teatros), como un espectáculo a la italiana. "Para ellos hemos diseñado un nuevo vestuario, escenografía, música y también se ha retocado la puesta en escena", explican. Y más novedades: se ha contado con un peso pesado de la escena, Roberto Quintana, para encarnar uno de los papeles principales, el de Don Gonzalo de Ulloa. El de Don Juan corre por cuenta de Moncho Sánchez-Diezma y de Doña Inés de Ulloa lo ejecuta Rebeca Torres.
Así pues, el de esta noche en el coqueto coliseo que el Loco de la Colina tiene en la calle Cuna será un estreno en toda regla.
Y como se enfatiza desde la compañía, "este miércoles será la primera vez que llevemos este nuevo Don Juan Tenorio a un teatro. El resultado podrá degustarse hasta el 7 de noviembre, con lo que hay tiempo de sobra para degustarlo.
Pieza clave del romanticismo español, la obra de Zorrilla sigue viva gracias, entre muchos factores, a la universalidad de su protagonista y al poder de atracción de un personaje que parece recobrar fuerza en la actualidad.
El mito de don Juan forma parte de la cultura universal.
El burlador de Sevilla de Tirso, el Don Juan de Molière o el Don Giovanni de Mozart son ejemplos de su reinterpretación. Pero el Tenorio es a la vez una obra conectada a Sevilla, con las apuestas en los bares del barrio Santa Cruz, sus encuentros en el cementerio o asaltos a conventos; todo ello con la Catedral marcando las horas de interminables noches de correrías.
