Sé que el simil es facilón, máxime si se lee la pequeña reseña que viene recogida en una de las solapas del volumen, pero espero que comprenda que resulta difícil no hacer referencia al variado carácter de la ensalada a la que alude el título y compararlo con el rosario de diferentes historias que trufan este estupendo tebeo editado por Astiberri, editorial que hasta ahora nos había traído los anteriores trabajos de un Baudoin que, ya con guiones propios, ya con ajenos (magistral el de Los cuatro ríos de Fred Vargas) ha dado muestras sobradas de ser uno de esos autores europeos a los que uno no debe perderle la pista.
En Ensalada de Niza, el artista nos introduce, a través de su expresionista y personalísimo grafismo (al que le encanta moverse en esa delgada línea que separa la luz de las sombras) en la vida de un corpúsculo tremendamente ecléctico de habitantes de la ciudad costera que sólo tiene como hilo común a un personaje, que bien podría ser el propio autor. Con ese sesgo de carácter autobiográfico que resulta imposible no advertir, Baudoin concreta toda una suerte de recorrido vital por varios de los sentimientos humanos de mayor calado, sobresaliendo por encima de todos ellos el amor como motor principal de nuestras acciones. Así, la lectura de Ensalada de Niza logra la conexión inmediata con un lector al que, tras pocas páginas, no le queda más remedio que rendirse ante el talento de un artista capaz de plasmar con tantísima facilidad lo que otros muchos ni siquiera podrían.
