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Espíritus animales

Será difícil de olvidar, durante décadas, la cara de cretino integral que se le quedó a Bush cuando le avisaron del atentado contra las torres gemelas, mientras departía con unos niños en un aula escolar.

el 16 sep 2009 / 08:29 h.

Será difícil de olvidar, durante décadas, la cara de cretino integral que se le quedó a Bush cuando le avisaron del atentado contra las torres gemelas, mientras departía con unos niños en un aula escolar. Como al inefable vicepresidente de su padre, un tipo llamado Quayle, cuando un niño de 12 años le advirtió de su error al deletrear en voz alta la palabra patata, que estaba escrita sobre la pizarra de su aula. Las visitas de políticos a centros educativos son habituales, pero la novedad ahora es el calibre de los insultos que ha recibido Obama, en estos últimos días, con motivo de su visita a un colegio. Un síntoma del profundo odio y la absoluta intolerancia que domina a la extrema derecha americana.

En los últimos meses, sea la reforma sanitaria, las medidas de estímulo contra la crisis, las ayudas a las hipotecas de gente con dificultades o una inocente visita a una escuela, parece que dan pie, en los blogs, emisoras de televisión y radio, periódicos y demás parafernalia mediática de los sectores más conservadores americanos, para referirse a Obama como un bolchevique radical o un peligroso socialista.

El mismo arsenal dialéctico de ese reciente fenómeno político llamado el Tea Party Movement. Una movilización social en Estados Unidos, inspirada, según sus promotores, en la famosa revuelta del té en Boston de 1773. Aquella rebelión de los colonos contra los impuestos de la corona británica. Un movimiento nacional conservador que convoca actos simultáneos en cientos de ciudades. Mítines, manifestaciones, jaleos en actos de políticos demócratas, colectas o recogidas de firmas, con la excusa de protestar contra la subida de impuestos, denunciar la maldad intrínseca del Estado, el despilfarro que promueven los políticos progresistas, el intervencionismo público y la reivindicación de un mercado sin ley.

Keynes acuñó el concepto económico de espíritu animal. Decía que la economía no está regida solo por actores racionales que, como una mano invisible, desarrollan sus actividades libremente para beneficio mutuo. Afirmaba que junto con los impulsos racionales también coexisten "espíritus animales", que son esos estímulos que ni son de naturaleza económica ni requieren un comportamiento racional. Una realidad que para él justificaba la intervención del Estado en la economía.

Una teoría, como ha señalado el premio Nobel George Akerlof, que fue muy exitosa hasta que llegó Reagan, que impulsó un periodo que alcanza la actual crisis. Una etapa de lamentables efectos, basada en la negación deliberada de esos espíritus. Una estrategia ultraconservadora que se manifiesta pletórica en la comparación entre socialismo y subida de impuestos, regulación de los mercados e izquierdismo, salud pública e intervencionismo, subsidios y despilfarro. A la vista de tanto facha radical, me cabe la duda sobre el alcance intelectual de este concepto keynesiano. Me cuesta advertir los méritos que concurren en los pobres bichos del reino animal para una comparación tan imperfecta.

Abogado. opinion@correoandalucia.es

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