Economía

«La gente se cansa de la inseguridad y busca hacerle daño a los chorizos»

El administrador de Kwazulu , fabricante y comercializador de barreras, cercados y vallas de alambre de cuchillas y pinchos para proteger instalaciones, constata que la crisis incrementa la inseguridad y crece su negocio entre las pymes y los particulares

el 23 ene 2010 / 22:12 h.

Clemente Cabero, en la fábrica de Kwazulu en Sanlúcar La Mayor, con un rollo de concertina de alambre con cuchillas.

-¿Por qué ese nombre africano para una compañía de Sanlúcar La Mayor?

-En Sudáfrica, kwazulu es la tierra de los zulús. En ese país he vivido veinte años y trabajé para la mayor empresa de rollos de concertina fabricados con alambres de cuchillas, y cuyo nombre es similar al nuestro. Querían montar una fábrica en Europa y para eso llegué a España en 1985, aunque al final la planta se instaló en Inglaterra. Me quedé aquí, inicié la entrada y comercialización de los productos de Sudáfrica, de donde todavía importamos la mayoría de ellos, y complementé la gama tras construir la fábrica de Sanlúcar La Mayor.

-¿Por qué desecharon España?

-Tras la Dictadura, en España era todo libertad, una mentalidad abierta, de no cerrar nada. Incluso la seguridad de las cárceles o de las centrales nucleares apenas conocía el alambre de espinos, una mentalidad muy distinta a la de, por ejemplo, EEUU, donde siempre este tipo de instalaciones han estado muy protegidas, mientras que aquí se creía que sólo cuatro muros eran suficientes para vigilar una prisión. Poco a poco las cosas fueron cambiando y abriéndose el negocio. Que un abuelo de Sevilla acuda a Kwazulu para que le vallemos el patio trasero de su casa adosada era hace sólo unos años impensable.

-¿La actual crisis económica genera más inseguridad?

-Por supuesto. Y la gente está cansada. Hace poco, un cliente de Alicante acudió desesperado pues le habían puesto en la cabeza una pistola para robarle en su casa de la playa, y no era la primera vez. Quería soluciones, los policías no se las daban, y buscó un sistema de protección que hiciera daño a quienes intentaran de nuevo entrar a robar.

-Pero eso de hacer daño, cuchillas, alambres, espinos... ¿No da mala fama?

-No es una cuestión de buena o mala fama, sino que ésta es una empresa de necesidad. Le pongo otro ejemplo. El dueño de una explotación de olivos y naranjos en Los Palacios estaba harto de que le robaran la cosecha y temía que dieran un paso más y lo hicieran también en el cortijo. ¿Que hacía la Policía? Nada. Se sentía impotente y me llamó para que le pusiera en toda la finca un cerrado con el que, me insistió, "se hagan todo el daño posible".

-¿Quiénes son los principales clientes?

-Cárceles, centrales nucleares, bases militares, fincas agroganaderas, y que cada día son más, polígonos industriales, instalaciones de placas solares, que tienen graves problemas de robos y, aun así, las autoridades ponen trabas a su vallado, al igual que ocurre en las centrales y subestaciones de electricidad, donde hay mucho cobre. Cubrimos toda la geografía estatal y exportamos a Portugal y Marruecos. Con la crisis, las grandes compañías y administraciones se gastan menos, pero las pequeñas y el ciudadano de a pie se gastan más para protegerse del daño que hacen los chorizos. La facturación en 2009 fue de unos 2,5 millones de euros, tenemos 10 empleados en plantilla y para obras específicas subcontratamos. Y sólo tenemos una empresa que nos hace la competencia, es malagueña.

-¿Y la normativa aprieta?

-Depende, porque aunque no existen normativas específicas, los alcaldes ponen problemas, sobre todo en fincas agrícolas y en instalaciones por donde pasa mucho público. Dentro de tu propiedad, no te pueden decir nada, aunque si ésta da al viario público, se debe instalar este tipo de vallados por encima de una altura concreta. Si alguien se hace daño, entonces es que ha intentado saltarla y entrar. De otra manera, ¿cómo Sevillana Endesa iba a frenar los robos de cables de cobre?

-Es curioso que Sudáfrica sea una potencia en este tipo de vallado. ¿Algo tiene que ver con el apartheid?

-No. De hecho, el primer país que los fabricó y homologó fue Estados Unidos y, tras él, Alemania.

-Kwazulu ha participado en las vallas levantadas en la frontera de Ceuta y Melilla con Marruecos...

-Esa obra fue necesaria debido a la avalancha de personas. Incluso durante el tiempo en que la estuvimos realizando se lanzaban contra las mallas para entrar en suelo español. La de Ceuta ha sido la instalación más peligrosa en la que hemos participado por la altura a la que trabajábamos.

-Cuando cayó el muro de Berlín, ¿qué sintió usted?

-Alegría por la unión del país y de cuidadanos que eran todos iguales, todos europeos.

-¿Y cuando se construyó el de Israel?

-No debería existir. Es un problema de política, no de vivir juntos, creo.

-¿Y las vallas de Ceuta y Melilla?

-Si no existiera el mar que separa África de Europa, algo tendría que haber, aunque no lo sé. Nunca habrá suficiente valla que impida salir a gente desesperada.

-¿Qué hacéis en el exterior?

-En Marruecos, de todo, aunque en especial cárceles. En Portugal, prisiones, refinerías y centros de menores. Y también, a través de intermediarios, vendemos a Italia para centros militares.

-¿Centros de menores?

-Sí, incluso en Andalucía. Diseñamos una valla de alambre de cuchillas sin impacto visual ni psicológico sobre los menores, pero que refuerza la seguridad de los centros.

El perfil. De corazón negro. De padre leonés y madre vallisoletana emigrados primero a Francia y después a Sudáfrica, Clemente Cabero vivió infancia y adolescencia en un pueblo cercano a Johannesburgo, donde cursó estudios de Informática y jugó en un equipo de fútbol profesional. La morriña por España hizo que su familia regresara y él recaló primero en Málaga, donde trató de implantar su actual negocio, pero el turismo no entendía de alambres. Se vino a Bellavista, después a Mairena del Aljarafe y, por fin, a Sanlúcar La Mayor, donde tiene la fábrica. En tiempos del apartheid, sus mejores amigos -y alguna que otra novia- eran negros, y hoy presume de que la mitad de su plantilla la componen personas de esta raza venidas desde Sudáfrica tras dos largos años de papeleo.

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