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La luna llena apaga la lluvia de estrellas

Más allá de las Perseidas, el firmamento regala en agosto otros espectáculos, desde la visión de los anillos de Saturno hasta la de esa enorme y tenue gasa que es la galaxia de Andrómeda.

el 12 ago 2014 / 12:00 h.

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La Luna, al otro lado de una réplica del telescopio de Galileo en una pasada exposición de La Casa de la Ciencia. / El Correo La Luna, al otro lado de una réplica del telescopio de Galileo en una pasada exposición de La Casa de la Ciencia. / El Correo A las preguntas clásicas que, llegadas estas fechas, se hace el sevillano mirando al cielo de noche desde su hamaca (¿adónde vamos?, ¿de dónde venimos?, ¿será eso un ovni?, o la más prosaica ¿dónde habré puesto la mantita que vaya la rasca que hace?), se une ahora una nueva: ¿Dónde están las estrellas fugaces? Se supone que tendrían que aparecer unas 120 cada hora. La respuesta es mucho más sencilla que las de todas las anteriores: están ahí, donde siempre. El problema es que no se ven. Las llamadas Perseidas, que se encuentran ahora mismo arañando el firmamento nocturno a todo meter, y que tendrán su máxima actividad esta noche y la de mañana, apenas serán visibles este año por la acción de una enorme entrometida que acaba de llegar a su fase de plenitud: laLuna. Y no es solo que esté llena, sino que además está cerca; es lo que la divulgación científica se llama superluna. Un 30 por ciento más brillante que de costumbre. Ya efectos de la contemplación de meteoritos, una auténtica aguafiestas. Porque además, va a estar rondando justo por la zona por la que salen esas estrellas fugaces. Pero no todo van a ser malas noticias:ayer, hablando con el presidente de la asociación sevillana Cielo de Comellas, Francisco Cordero, colaborador de La Casa de la Ciencia, el astrónomo adelantaba otras maravillas que podrán observarse en las próximas fechas en el firmamento nocturno sevillano, desde la galaxia de Andrómeda hasta los anillos de Saturno. Para admirar esas maravillas, lo primero que hay que hacer, según Cordero, es buscar una ubicación donde haya poca contaminación lumínica y, a la caída de la noche, colocar la tumbona mirando hacia el sur, donde «con unos simples prismáticos hay toda una vida que contemplar». Allí, en el sur, levemente por encima del horizonte, están las constelaciones del Escorpión y Sagitario, que van sumergiéndose a medida que avanzan las horas, hasta desaparecer hacia la medianoche. «Con unos prismáticos se pueden ver ahí cúmulos globulares [miles y miles de estrellas viejas agrupadas como en un enjambre] y las nebulosas de la Laguna y Trífida». Más hacia arriba, en lo alto, destaca el clásico Triángulo del Verano, que así dicho suena a programa televisivo de sesteo pero que en realidad es una cosa muy seria, porque está formado por tres estrellas con mucho poderío: Altair, en la constelación del Águila; Deneb, en la del Cisne, y en el otro vértice, la impresionante Vega, que justo en estos días se encuentra en el cénit, en la vertical sobre nuestras cabezas, y que dentro de unos 11.713 años, día arriba día abajo, se convertirá en la próxima estrella polar (asunto del cual es de prever que informará debidamente este periódico, llegado el momento). Al oeste de Vega está la constelación de Hércules, que es un cuadrilatero en cuyo lado más largo también se puede apreciar con prismáticos otro cúmulo globular. Pero si a alguien le gustan los cuadriláteros, Francisco Cordero sugiere que esté atento a la aparición por el este de uno bastante enorme, el de Pegaso. Al lado, hacia la derecha, hay una uve doble, que es la constelación de Casiopea. Pues bien: entre Pegaso y Casiopea, a medio camino, está una de las joyas por antonomasia de la contemplación del firmamento: la galaxia de Andrómeda. Un espectáculo fascinante, por lo que cuenta el responsable de la asociación Cielo de Comellas con una sonrisilla de admiración: «Su extensión, desde nuestra perspectiva, es de cinco veces el tamaño de la Luna. Con prismáticos y con telescopio, se sale de la lente. Es impresionante. A simple vista también es perceptible, aunque es muy tenue, como una gasita, con un núcleo central muy fuerte. Es una galaxia muy parecida a la nuestra. Y va ascendiendo: cada noche se podrá ver más alta en el cielo. Ahora empieza a ser visible sobre el horizonte a eso de las once y cuarto, pero a la una y media está ya a cuarenta grados. Y se distingue muy bien por esa uve doble que forma Casiopea». Precisamente por encima de esta Casiopea transcurre la Vía Láctea, el brazo de nuestra galaxia observable a simple vista, aunque de momento la Luna en su plenitud estorbará bastante a ese propósito; es cuestión de esperar unos días. Entre los planetas, dos protagonistas: Marte, amarillento y grande hacia el suroeste, que se pone pasada la medianoche. Y muy cerquita, a la izquierda, Saturno. «Con unos buenos prismáticos o con un telescopio elemental se le pueden ver los anillos y las bandas de colores», afirma Cordero. «Eso sí, para apreciar bien todo esto hay que estar un ratito mirándolo porque el ojo se tiene que acostumbrar. Mirarlo un poquito de reojo ayuda a verlo mejor». Con lo cual la noche acaba como empezó: mirando al sur. Hora preferente: desde el ocaso hasta las doce. Y para quienes se queden con ganas de más, La Casa de la Ciencia organiza El cielo del mes el primer jueves de cada ídem, a cargo, precisamente, de Francisco Cordero y la asociación Cielo de Comellas. Para crear afición. Con permiso de la Luna.

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