Las uvas que dan el tiempo

El reloj de la plaza de abastos se somete a una revisión y se estrenará con la llegada del nuevo año.

el 26 dic 2011 / 20:49 h.

Marco Martínez, el último de una saga de relojeros, consulta el engranaje del reloj.

El reloj de la plaza de abastos palaciega, epicentro de la vida cotidiana de este municipio del Bajo Guadalquivir, se hizo famoso en la última época por la misma razón que suele hacerlo cualquier reloj, y más si es público: porque no funcionaba. Sonaba cuando quería o guardaba un mutismo campanero que los mayores, habituados a regir sus días y sus horas por el viejo reloj, se contrariaban por el consecuente desgobierno del tiempo. Antes de esta próxima Nochevieja será colocado de nuevo en el mismo lugar que ha ocupado desde 1966, detrás de la esfera con sus dos manecillas que corona el edificio de abastos y bajo una campana que proviene del antiguo cabildo de Villafranca, fabricada en 1725. En Los Palacios y Villafranca supone todo un acontecimiento.

El artífice de la completa revisión que ha dejado la maquinaria interna del reloj "nueva para que dure por lo menos otro medio siglo" ha sido el relojero encargado de su funcionamiento desde 1985, Marco Martínez, el último vástago de una saga de relojeros que se encarga en Los Palacios y Villafranca de todos los cronógrafos municipales, incluidos los de las pedanías. "Llevábamos años echándole una grasa especial para parchear el funcionamiento, pero me decían que aguantara porque la cosa estaba muy mala", cuenta Martínez, sorprendido a su vez de que finalmente la obra ha costado "poco más de 600 euros". Claro que sólo ha sido necesario comprar algunas piezas como piñones o ruedas que se han sustituido y aceites, pastas y líquidos especiales, además de 16 metros de cable de acero para el remontaje de la pesa encargada de activar las campanadas, pero no pagar mano de obra "porque yo me lo he tomado como un trabajo dentro del mantenimiento habitual que llevo a cabo, y porque se trata de un monumento de mi pueblo", confiesa Martínez, orgulloso de su trabajo. El centenar de piezas han sido desmontadas una a una, revisadas, limpiadas y, en algunos casos, restauradas con relleno de plata o directamente sustituidas. Así ha ocurrido con algún eje interno y con partes de los engranajes. Hay piezas de acero, de hierro, de bronce y de cobre y cada cual tiene su propio desgaste natural. "La rueda de escape y el áncora son las piezas responsables del sonido característico del tic-tic", explica el relojero. "Son las que miden los segundos y, como es lógico, el desgaste es bestial". "Piensa en un coche", propone Martínez a modo de ejemplo, "todas las máquinas descansan, excepto un reloj".

Aunque en la mayoría de los pueblos este tipo de relojes completamente mecánicos han sido sustituidos por otros eléctricos, más fiables, "si aquí hacemos lo mismo perderemos el sabor del reloj de pueblo", advierte este profesional hechizado con estas máquinas del tiempo. El de Los Palacios y Villafranca se hizo en la empresa de Roquetas de Mar (Tarragona) Manufacturas Blasco y, según Martínez, "es una maravilla". No sólo cerró aquella factoría catalana, sino que han dejado de hacerse así en todo el país. "Que yo sepa, sólo un fabricante de Argentina los está volviendo a hacer". Las 12 uvas de este 2012 entrarán mejor al compás de un reloj que aspira a centenario.

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