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"Los divos tienen mala fama pero sólo piden tranquilidad"

el 08 jul 2011 / 19:00 h.

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Si se hiciera una encuesta al respecto, probablemente la directora de Relaciones Externas del Teatro de la Maestranza, Rocío Castro, sería la única persona que rivalizaría en popularidad con el responsable artístico, Pedro Halffter. Conoce el coliseo desde que en él había un generoso solar, y aun así, ya trabajó en el mismo. Dice estar predestinada. Y tanto. Pero ni Mozart ni Verdi, la relaciones públicas del Maestranza se fogueó con su tío, el cantante Miguel Ríos, fue acomodadora en el Lope y con Georges Moustaki supo por vez primera lo que era trabajar mano a mano con una estrella.

 

-Sea sincera, ¿cuántas óperas había visto antes de llegar al Teatro de la Maestranza?
-Lo seré, no había visto más que un par de ellas en las modestas producciones que presentábamos en el Lope de Vega. Yo comencé a trabajar con Miguel Ríos en su gira del año 83 y decidí en aquel momento que me tenía que dedicar al espectáculo como fuera. Luego aterricé en Cita en Sevilla, un programa que se hacía en el terreno que ahora ocupa el Maestranza. Era mi sino trabajar aquí.

-En su despacho pone ‘Relaciones Externas', pero da la sensación de que es usted la chica para todo en el coliseo...
-El organigrama del Maestranza es bastante pequeño si lo comparamos con el de otros teatros. Llevo protocolo, relaciones públicas y con los medios, patrocinadores, etc, etc... Aquí seguimos siendo los mismos que llegamos en 1994, por eso quizás nos sentimos como una familia.

-¿Imprime algún carácter especial levantarse cada mañana y venir a trabajar a la ópera?
-Sin duda que sí. Al exterior vendemos buen rollo pero no hay nada impostado en ello, aquí todos amamos el trabajo. Yo disfruto igual esté Luz Casal en el escenario o una ópera. Lo cierto es que cuando comienza una función todo cobra una magia especial.

-¿Qué le entra por el cuerpo cuando escucha esa frase hecha de que ‘la ópera es para ricos'?
-Poco a poco se va erradicando esa imagen pero es cierto que todavía se oye, especialmente en la vida cotidiana. Algunos creen que conseguir una entrada para venir es imposible, otros que son carísimas. Falso y falso. Además hay que insistir en la idea de que la ópera es el espectáculo total: lo tiene absolutamente todo.

-¿Usted me promete que si yo vengo con una excursión de El Vacie no se aburren?
-Si vienen a ver un título con tirón popular como Traviata, Bohème, Turandot y otros muchos seguro que salen encantados. Lo comprobamos aquí cuando acuden a ciertas funciones gentes de los pueblos o con pocos recursos.

-Su apellido coincide con el del anterior regidor del teatro, José Luis Castro. ¿Hubo mucha maledicencia al respecto?
-¡No nos tocamos nada! Todo el mundo creía que éramos padre e hija y había quien pensaba que yo había llegado aquí por una cuestión familiar. Ahora, con el tiempo, hay quien se piensa que somos hermanos. Así que cuando hablo con José Luis le digo que cada día está más joven.

-¿Cuánta gente quiere ser amigo suyo por aquello de que es la que reparte las invitaciones?
-¡Soy la más querida del teatro!

-¿Cómo se le dice a alguien que deje de gorronear entradas y que pase mejor por taquilla?
-Con mucho tacto y algunos truquillos. Pero me ha costado mucho aprender a dar una negativa. Hay personas de algunas empresas que esperan a que un espectáculo se agote para pedir invitaciones. Yo entonces aprovecho y les sugiero que su empresa se haga patrocinadora para que así puedan tener ciertos privilegios.

-¿Por cuál de los artistas que han pasado por el coliseo ha sentido más admiración?
-Podría decir que Plácido Domingo es el que más me ha impresionado porque era capaz de darle su lugar al director musical y a una limpiadora. Sin embargo recordaré toda mi vida al compositor y director de escena Gian Carlo Menotti que vino a hacer una Lucía con Alfredo Kraus. Hay poca gente que me haya impactado tanto. Cuando salíamos a la calle me sentía como si fuera caminando al lado de Verdi.

-¿Ver de cerca a los divos les acaba restando glamour?
-Por mi propia personalidad y mis experiencias veo con absoluta normalidad a todos los artistas. Quizás es algo que aprendí con mi tío. En los años 80 él era poco menos que un Dios de la música en este país, y me acabé acostumbrando a relacionarme con sencillez con todos los grandes. Eso no impide que, para mí, todo el que entra por la puerta tenga el rango y el trato de ‘Maestro'.

-Pero unos además de maestros también acaban siendo amigos...
-Es curioso. Hay personalidades que llegan a Sevilla con muchas ideas negativas preconcebidas y se marchan encantados. Tenemos un tiempo fabuloso, una ciudad encantadora, un teatro en el que somos todos como una familia y un coro deseoso de trabajar. ¿Qué más pueden pedir? Eso explica que con algunos de ellos, pienso en María Bayo, en Fabio Armiliato y Daniela Dessì la relación haya trascendido más allá de lo puramente profesional.

-¿Y en los camerinos quienes son más revoltosos: los divos, los flamencos o las estrellas del jazz?
-Hay mucha fama negativa alrededor de los grandes de la ópera. Ellos sólo piden tranquilidad, el divismo consiste en tener un instrumento de oro en la garganta que hay que cuidar muchísimo. Otros músicos demandan cosas más absurdas aunque, curiosamente, la crisis también está acabando con las peticiones estrafalarias. Prima ser contratado antes que poner muchas pegas técnicas.

-¿Qué hay del tópico que afirma que vienen personalidades a la ópera para echarse la siesta?
-Yo no conozco casos así. Nadie pierde la tarde entera en un lugar que no le apetece.

-¿Tenemos políticos líricos?
-La ex alcaldesa, Soledad Becerril, y el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, son dos grandes aficionados. También otros como Manuel del Valle, Alfonso Garrido y Jaime Montaner.

-¿Cuáles son los momentos más difíciles vividos en el teatro?
-El cambio de etapa, de José Luis Castro a Pedro Halffter y Remedios Navarro. También fue muy intenso el conato de incendio en La fanciulla del west.

-Pasarle a un artista un dossier de prensa repleto de malas críticas tampoco será plato de gusto...
-No lo es. Me da mucho pudor entregar una memoria cuando esta viene llena de reseñas negativas. Sobre todo porque no conozco a nadie que no lea las críticas. El que dice eso, miente.

-Y de aquí al Liceo ¿no?
-Llevo 26 en este teatro. Esta es mi escuela y yo no me voy a ningún lado. Mucho menos si encima es para complicarme más la vida.


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