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Los mozos de La Algaba le ganan el pulso a las vaquillas

Corredores de todas las edades se citan cada año en el recinto de Santa Marta para esquivar a los astados

el 20 sep 2009 / 19:29 h.

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Botines y chándal, sardinas asadas y cerveza fresquita, cinco vaquillas y dos ambulancias... La suelta de vaquillas de La Algaba ha logrado un año más reunir en la zona de Santa Marta a corredores de todas las edades animados por los algabeños que no apuraron la feria hasta el amanecer.

 

Que nadie espere ver en La Algaba carreras delante de los vacas como en los encierros de las plazas norteñas, aquí el objetivo es evitar a toda costa que el animal te pille y para ello no hay mejor manera que subirse a las vallas de protección que conforman el recinto formado entre las calles San Cristóbal, Santa Ana, Santiago y San Bartolomé.

"Aquí nunca pasa nada, no hay peligro porque sueltan unas vaquillas pequeñas", aseguran tres veteranos de los encierros que este año no van a saltar la valla "porque estoy fatal de la rodilla y he tenido problemas de corazón", asegura uno de ellos.

Mientras se acerca la hora de la suelta -"a partir de las 12.00, cuando haya gente", comenta una policía local-, los que poco a poco se van situando en primera de barrera en la calle Santa Ana, muchos de ellos en sillas, tanto de playa como del salón de su casa -alguna incluso con el pequeño perro entre los brazos-, o con escaleras, aguardan animados por Los Algabeños y sus pasodobles.

herencia. Miguel Ángel, al que le falta un mes para cumplir los dos años, se sube al primer travesaño de la valla protectora siguiendo el ejemplo de su abuelo, de 64 años, que cuando salieron las vaquillas seguía dentro del recinto rodeado de jóvenes que apenas superaban la veintena. "Es la tradición, y no se la pierde ningún año", comentaba la abuela del pequeño en su sillita de playa.

El principal peligro, comenta José, otro de los veteranos que tampoco corre, son los chavales que se saltan después de haber pasado la noche en la feria. Pero son los menos. Y es que, aunque algunos se quejan de la permisividad de la suelta de La Algaba, parece que respetan bastante el bando del alcalde: nada de menores de 16 años -o casi-, nada de personas con evidente intoxicación alcohólica o por estupefacientes, ni con discapacidad, ni con botellas, vasos o cualquier instrumento que pueda causar daño a los animales.

Y si gente hay dentro y fuera del recinto vallado, casi la misma, si no más, se encuentran en los bares de las calles de alrededor con un vaso de cerveza fresca en la mano y "perfumados" por unas estupendas sardinas en proceso de asado. Allí, en el bar El Titi, de la plaza Pablo Iglesias, en la bodeguita Santa Marta, o en la plaza situada ante el colegio Vicente Aleixandre se concentran muchos de los que prefieren seguir con la juerga o iniciarla en torno a las vaquillas antes de volver de nuevo a las casetas para seguir la fiesta. Justo en este punto tuvo que ser atendido por el médico de una de las ambulancias Antonio, un animado corredor de 82 años por lo que no fue más que un susto y algún que otro golpe sin importancia en el brazo izquierdo. La fiesta acabó ayer pero el cansancio durará algunos días más. En 2010, más.

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