Cofradías

Mandatos de gloria en Santa Cruz

ÉCIJA. Marcos José Díaz Pradas es exconsejero del Écija y costalero del Silencio. Casado y con tres hijos, este abogado de 37 años es devoto del Nazareno de Jesús de Pasión. Integró el consejo de administración que dirigió José Luis Soto hasta el ‘aterrizaje’ de José Luis Iglesias

el 16 abr 2014 / 19:09 h.

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Abogado, escritor, novelista, historiador y exconsejero del Écija Balompié. La figura de Marcos José Díaz Pradas (Écija, 15-9-1976) es la figura de una persona polifacética y multirracial en el ámbito de la cultura. Amante de la Semana Santa y el barrio de Santa Cruz, este astigitano criado en el barrio del Puente y vinculado desde su niñez a la Yedra es un tipo de rituales durante las horas más intensas de la fiesta. Díaz es costalero de la Virgen de la Amargura, de la hermandad del Silencio, y cada Jueves Santo se calza las zapatillas negras de esparto y se fija el costal para pasear a la imponente dolorosa por la Ciudad del Sol. Devoto de Nuestro Padre Jesús de Pasión y ecijano hasta la médula, este jurista de nutrida familia vive días de descanso a causa de su marcha del órgano de gobierno del Écija Balompié, un club que ha cumplido 75 años en plena convulsión. Imagen IMG_8150sMarcos Díaz presume de oficina mientras callejea por el antiguo Barrio de Santa Cruz. «Mi despacho está justo al lado de la iglesia. Es un lujazo trabajar en un sitio así», comenta con su habitual sonrisa dibujada en el rostro. Su currículum delata su prurito cultural. «Sí, me encanta escribir. Es una afición que he cultivado con el tiempo», apunta mientras ojea su primera novela, Crónicas de un desconocido, una obra de temática histórica, de viajes y hasta amorosa. Casado con una rendida admiradora de Jesús del Gran Poder, Elisa, y padre de tres hijos, Pablo, Luca y Vega, Díaz es un tipo de principios. Destinó la recaudación de su ópera prima, un relato atractivo y de fácil lectura, a Cáritas de la hermandad de la Virgen del Valle, patrona de Écija. En su hogar, el Silencio es una cuestión de nexo sentimental entre la pareja y sus hijos. El mayor, Pablo, de nueve años, ya es hermano, aunque el propósito familiar es que Luca y Vega, de apenas dos, emulen al primogénito de la saga en los próximos años. «Por ahora tienen una estampita de Jesús de Pasión debajo de sus cunitas», relata con instinto paternal. La Semana Santa de Marcos Díaz es la Semana Santa de cualquier padre de familia que se aventure a adentrarse en una bulla con dos carritos. «Por ese tema tenemos un palco en Carrera Oficial. Es la mejor manera de ver la Semana Santa con los niños», espeta con cierta resignación. Y es que, según confiesa, «a la gente le recomendaría que viniera a Écija a ver las procesiones en plena calle». «Que vaya a buscarlas a puntos que tienen mucho encanto. Merece la pena perderse por la ciudad», añade. Y, fiel a la tradición, su Jueves Santo cumple escrupulosamente una agenda en la que ningún detalle es improvisado. «Al ser un día festivo hay mucha gente en mi casa desde temprano. Desayunamos prontito, nos arreglamos y vamos a ver los pasos del Confalón y el Cristo de la Sangre en sus iglesias», enumera. «Luego tomamos algo en el Centro y por la tarde salimos a ver cofradías», continúa antes de explicar su auténtico ritual en la soledad de su despacho, enclavado a apenas 50 metros de la imponente Iglesia de Santa Cruz. «Uno de los momentos más bonitos es cuando vengo a la oficina y me visto de costalero», argumenta. Y luego recorre esos 50 metros cadenciosamente, con la sensación de que el Jueves Santo será eterno en Santa Florentina. «Ese momento me emociona muchísimo», admite. Y en esas horas del Triduo Sacro, Écija luce sus mejores galas. «En la calle hay ambiente de día grande desde por la mañana. La ciudad se transforma por completo porque viene muchísima de fuera, por el azahar, por la ropa… Es una metamorfosis absoluta», puntualiza con los ojos brillantes. Criado en el barrio del Puente y en la devoción al Cristo de la Yedra, este abogado de marcado sentido del humor y astucia innata recuerda cómo fue su aterrizaje en la lista de hermanos del Silencio. «Cuando llegué al barrio en 2009 me dijeron que hacían falta costaleros y me apunté», expone. Apenas un año después, y en un curioso cruce de destinos, asumió la tarea de unirse a un grupo de aficionados que asumieron los designios del Écija Balompié bajo el paraguas económico de José Luis Soto y Tomás Marín. «Ante el riesgo de desaparición real del club decidimos dar un paso al frente en 2010», manifiesta. «El Écija nos necesitaba y no lo dudamos», aclara con una mezcla de orgullo y pena por la actual marcha del conjunto de San Pablo, matemáticamente descendido a Tercera. Cofrade y futbolero en un perfecto equilibrio y reacio a que haya partidos el Domingo de Ramos, Marcos Díaz no duda en elegir el día más feliz de su estancia en el ejecutivo de la Calle José Herrainz. «Sin duda, el mejor día fue cuando ganamos al Cádiz en Carranza. Aquello fue espectacular», ensalza con la emoción dibujada en la cara. Astigitano de nacimiento y corazón, Marcos Díaz asume hoy uno de los momentos más intensos de su Semana Santa. Cuando la madrugada haya roto en La Campiña, este abogado de costumbres marcadas y familiar hasta el tuétano se fijará el costal para caminar bajo las trabajaderas de la Virgen de la Amargura por las calles de una ciudad milenaria en la que durante unas horas sólo la luz tenue de los cirios iluminará el caminar de esa dulce talla de Castillo Lastrucci. La mejor manera de relatar de forma plástica el eterno sufrimiento de un Dios que hoy elegirá morir en Écija durante unas horas.

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