Más de 22.000 romeros acompañan a la Virgen de Cuatrovitas hasta su ermita

el 24 oct 2010 / 17:56 h.

Una hilera de carrozas pulcramente adornadas con papel picado siguen a la Virgen de Cuatrovitas.

Embutidos en mantas y acomodados en sus sillitas de plástico. Casi una treintena de ancianos de la residencia Montetabor aguardaban así desde primera hora en la salida de Bollullos de la Mitación. Como la residencia no lleva ni un año en funcionamiento, casi ninguno de esos ojos, que tanto han visto a lo largo de sus vidas, habían experimentado la sensación de vivir en primera persona la romería de Cuatrovitas. Todos menos Carmen Moreno, la única bollullera de la residencia, que se emocionó cuando la patrona, al llegar a su altura, viró y se paró para dedicarle un guiño a todos los mayores del municipio.

"Ya son bollulleros todos", comenta María de los Ángeles Maciñeiras, directora del centro. El ejemplo más claro es Luis Martínez, nacido en Sevilla capital y que fue galardonado hace un par de semanas en el Día del Mayor. Como si fuera el maestro de ceremonias, este veterano de 88 años agradecía a las más de cien carretas que desfilaron tras la Virgen que se pararan a invitarles a un bocadito o un refresco. "Ya hemos comido", decía. El reloj marcaba las once de la mañana.

Dos horas antes, la Virgen de Cuatrovitas cambiaba la habitual estampa de la iglesia de San Martín de Tours, que está en plena rehabilitación, y trasladó el gentío habitual de su pueblo a la calle Larga. La patrona partió de la ermita de Roncesvalles, tras una solemne misa de romeros, hacia la tierra de pinares donde está su ermita de Cuatrovitas, a la que acude desde finales del siglo XVI.

La tradición es la misma aunque las modas cambien. Siguen manteniendo unas carretas con exornos florales de papel picado, algo propio de los bollulleros. Pero no se limitan a eso. Cuidan cada detalle, incluso el adorno del tractor que los lleva a la ermita de Cuatrovitas. Y ahí cabe todo: desde un flamenco tan propio de Doñana -que está a tiro de piedra- hasta el ídolo televisivo de los más pequeños. Bob Esponja lideraba dos carretas con su pose más romera, es decir, con sombrero de ala ancha y una guitarra, en un caso, o unas castañuelas, en el otro. También había un tractor con un pulpo Paul, con copa del mundo incluida.

Quien se sabe bien la canción de Bob Esponja es Berta, una pequeña de un año y cuatro meses que vivía su primera romería con su madre, Olga Barrera. Estaba en el carrito, mirando fijamente a la Virgen de Cuatrovitas cuando los bueyes se pararon en la Venta Noguero, donde se rezó el ángelus. "Le toca las palmas, le lanza besos y le dice guapa", apunta la madre. Y es que su devoción no es de un día: las dos van a la iglesia empujados por el fervor a su Virgen.

Varios metros más atrás, la juventud canta, baila y bromea. En la carreta Los Chanclis, sus integrantes van pulcramente uniformados, con Bernardo Terreros a la cabeza: pantalón vaquero y camisa rosa. Desde niños van de romería, pero al cumplir 15 años dejaron las carretas de sus padres para preparar una propia. También entre la juventud está José Antonio Varilla, uno de los integrantes de la carreta de La Estrella, que esta vez quedó en segundo lugar -ha ganado tres años seguidos-, a favor de Mi José, que se llevó el premio a la mejor carreta. Varilla portaba una tetera, que se ha puesto de moda "para mantener fresquito" el rebujito.

No faltaron sorpresas en su largo caminar. Tres conductores despistados llegaron a toparse de frente con la Virgen de Cuatrovitas, aunque no tuvo incidencia por la rápida actuación de la Guardia Civil, que les hizo dar la vuelta. De hecho, llegó con 10 minutos de adelanto a su ermita. Se colocó en el porche y esperó a las 115 carretas, los 56 coches de caballos y sus 22.000 romeros. Mientras, como marca la tradición, se funden en una sevillana que recuerda el origen ancestral de la romería y que "cantamos con devoción", según el hermano mayor, Fernando Romero.

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