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Menores que abortan y menores delincuentes

No hay verano sin noticia escandalosa ni prensa que se preste que no se haga eco de polémicas facilonas que animan el ánimo del que está en la playa o el que anda mosca, porque se quedó sin vacaciones; el primero tiene sobradas razones para mantener la tertulia, acodado al mostrador del chiringuito, durante interminables horas, mientras la prole deambula, libremente, por las arenas, mezclándose con las olas bravas de los días de levante...

el 16 sep 2009 / 06:13 h.

No hay verano sin noticia escandalosa ni prensa que se preste que no se haga eco de polémicas facilonas que animan el ánimo del que está en la playa o el que anda mosca, porque se quedó sin vacaciones; el primero tiene sobradas razones para mantener la tertulia, acodado al mostrador del chiringuito, durante interminables horas, mientras la prole deambula, libremente, por las arenas, mezclándose con las olas bravas de los días de levante. Cuando la barriguita se va pronunciando más y más, como consecuencia del reiterado "llena niño" y la lengua va engordando a la espera de la reparadora siesta, nos armamos de autoridad para hacer el discurso de nuestra vida, respecto a los últimos hechos de los que nos informó la prensa relacionados con actos delictivos protagonizados por menores. Nuestros hijos, adolescentes de apenas trece años, que han hecho un alto en el juego playero y han acudido al chiringuito a tomar un refresco, reciben la recomendación de los padres, animados por el carácter de la tertulia, de que no se les ocurra tomar una gota de alcohol; hemos tenido que repetirles la recomendación, porque la lengua se resiste a encajarse en su sitio, no en vano llevamos ya tres horas en el chiringo y la cerveza ha dejado paso a un buen vino tinto, cosecha del 88.

A lo que íbamos, "que no hay derecho a que los políticos hagan leyes que no contemplen la realidad de los menores de hoy día. Ya se ha visto cómo menores de doce años se han confabulado para violar a una menor; y no digamos nada de las noticias que se han ido produciendo a lo largo de este año: asesinatos, apaleamiento a mendigos, etc, etc? A este paso no sabemos cómo vamos a acabar. Yo creo que habría que rebajar la edad penal a los 12 años" -dice uno que juega sobre seguro, ya que éesa es la edad de los menores que han protagonizado la violación de una menor en Huelva-. "A mí me parece un disparate, porque si mañana son niños de 10 años los que cometen un acto monstruoso como el que comentamos, ¿qué se va a rebajar de nuevo la edad penal a los diez años? ¿Vosotros o imagináis a niños como los nuestros sentados ante un juez? Yo más bien creo que donde había que incidir es en la educación; devolverle la autoridad al profesor y que los niños aprendan el valor del esfuerzo y la disciplina" -sentencia otro que se dedica, profesionalmente, a la enseñanza y que no entiende nada de lo que está pasando actualmente-.

Poco a poco, el chiringuito se ha ido quedando vacío y ellos siguen en animada charla intentando arreglar aquello que los políticos han estropeado. Si llegara en ese momento Javier Cercas, el magnífico escritor catalán de ascendencia extremeña, diría que lo que haría falta para que las cosas se enderezasen, sería un nuevo intento de golpe de Estado, similar al que se produjo el 23 de febrero del año 1981 y que, según analiza en su último libro Anatomía de un Instante, sirvió para que la Democracia cogiera su rumbo y se hicieran las cosas como había que hacerlas.

El PP ya ha cogido la delantera en ese asunto de los menores y, como siempre, se ha ido por el camino más fácil y demagógico: si unos menores de doce años han cometido una bestialidad, lo lógico es que la ley se reforme y que se empiece a meter en la cárcel a todo adolescente de doce años que delinca; con eso no arreglará nada, pero seguramente sea capaz de arañar algunos miles de votos que, sumando de acá y de allá, puedan darle algún día la mayoría electoral que tanto desea y tanto necesita. Esa doctrina tan poco original, bien podría aplicarla el PP a los casos de corrupción que actualmente se están descubriendo relacionados con miembros cualificados de su partido; que alguien no es capaz de justificar el pago de unos trajes que, supuestamente, un delincuente regaló a un presidente de una comunidad autónoma, pues? ¡doctrina al canto! y que, a partir de ahora, quien reciba un mínimo de tres trajes, ocupando un cargo público, ¡a la cárcel! Y cuando un alcalde o alcaldesa reciba bolsos de una firma determinada? ¡a la calle con ella! Por cierto, el PP es el mismo partido que puso el grito en el cielo con la medida del Gobierno de permitir que una menor de dieciséis años pueda abortar sin el permiso paterno. El PP y yo pensamos de la misma forma en ese asunto; la diferencia es que yo lo pienso y lo defiendo por convicción y el PP lo hace por simples razones electorales, porque si no, ¿cómo se explica que ese partido se oponga a que una menor de dieciséis años pueda acudir a una clínica a interrumpir su incipiente embarazo sin el conocimiento paterno y, al mismo tiempo, esté defendiendo que un menor de doce años pueda ser responsable penalmente de un delito? Si una niña no puede abortar sin permiso paterno, ¿cómo quiere el PP que un menor de doce años vaya a la cárcel sin permiso paterno?

El fracaso de un menor en su sistema de convivencia no es culpa de ese menor; es la consecuencia del fracaso de una sociedad que no ha debatido aún seriamente cómo convivir en democracia; hicimos una Constitución sin que todos estuviéramos convencidos de que ese texto estaba plagado de derechos que se nos habían hurtado a lo largo de casi toda nuestra historia, y de obligaciones que hemos tenido que cumplir, a la fuerza, como consecuencia de las dictaduras que inundaron el sistema político español durante décadas y décadas. El día en que nos convenzamos de que las obligaciones no son forzosas, sino libremente aceptadas y queridas por los ciudadanos, tal vez, la Democracia significará algo más que una forma de organizar la convivencia.

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