La costumbre de fijarse en los letreros de las ciudades dio pie a José María Pérez Álvarez (Orense, 1952) para abordar 'La soledad de las vocales', una novela protagonizada por marginados y perdedores que le valió el premio Bruguera.
"Un día vi un luminoso al que le faltaba una letra, y no era posible hacer ninguna palabra nueva con las restantes. Pensé que era un buen ejemplo para la literatura, que llena un vacío, un silencio", recuerda el escritor. En su nuevo libro, una serie de personajes comparten su vida en una triste pensión.
"Todos son personajes solitarios, perdedores en cierto sentido. La soledad puede ser fructífera, pero cuando es no buscada determina la amargura de quienes la padecen. Todos ellos la combaten con esperanzas mínimas, el sueño de pasar unas horas con una mujer, de ser libres como homosexuales, de publicar una novela y salir de la miseria...", enumera Pérez Álvarez. "En resumen, se aferran al carpe diem para escapar de la situación".
El autor gallego se considera un buen observador de cuanto le rodea, pero esta vez no tomó modelos reales para construir sus personajes. "Todo es producto de la imaginación, pero sí hay algunos apuntes autobiográficos. También me inspiré un poco en los borrachos habituales de los bares, que te van narrando sus dos o tres historias con ligeras variaciones. Y el escritor de la historia es un homenaje a una serie de escritores que conozco que no luchan por el éxito, sino por hacer una buena novela", explica.
El propio caso de José María Pérez Álvarez es llamativo al respecto, pues su obra -en la que destacan títulos como 'La vida innecesaria', 'Las estaciones de la muerte' y 'Cabo de Hornos'- han tenido excelentes críticas, pero no han impedido que siga excluido del star-system literario. "La cuestión es si no formas parte de ese star-system porque no puedes o porque no quieres", dice. "Para mí escribir la obra, el hecho literario en sí, es lo que importa, todo lo demás pertenece a algo distinto. Prefiero el anonimato y la sombra, la verdad", añade.
"Cuando escribo", prosigue Pérez Álvarez, "no creo que vaya a leerme nadie. Prescindir del lector me da mucha libertad", apostilla el escritor, que además afirma "no escribir nunca sin ganas. Si una idea no me apasiona, si no me reclama, prefiero dedicarme a ese bonito género literario que es el silencio".
