¿Qué se esconde detrás del velo de las mujeres musulmanas? O mejor, ¿qué realidad social revelan a la luz pública estas mujeres cuando cubren su cabeza? La respuesta dependerá de a quién hagamos la pregunta. Si se la hacemos a nuestra ministra de Igualdad o (habida cuenta de las simpatías que entre nuestra población han suscitado los comentarios de Bibiana Aido sobre este tema) si le preguntamos a la española o al español medio, el velo musulmán revela la sumisión de las mujeres a los hombres. Si se la hacemos a los representantes (masculinos) de la comunidad musulmana, el atuendo de las mujeres musulmanas denota su compromiso, libremente asumido, con ciertos parámetros religiosos y culturales, entre los que destaca la exaltación de la modestia.
Mi reacción ante estas reacciones es de rechazo de ambas por paternalistas. Yo diría: escuchemos a las mujeres musulmanas. Dejemos que ellas decidan. Asumamos que nos encontramos ante personas adultas, con criterio, con capacidad de juicio y de decisión. Dejemos que decidan, sí, pero asegurémonos también de que lo hacen en libertad, de que su decisión no está condicionada por un contexto cultural que, a través discursos expresos y mensajes más o menos implícitos, cultiva la desigualdad de género y el dominio masculino. Inculquemos, en las mujeres musulmanas y en toda la población, femenina o masculina, inmigrante o autóctona, musulmana o de otra confesión, los valores de libertad, igualdad y participación en la vida pública que sustentan nuestro sistema democrático. No nos arroguemos el papel redentor de arrancar la sumisión de cabezas ajenas. Formemos más bien a éstas en escenarios de igualdad. Creemos foros de participación, plataformas de expresión, abramos vías de autoafirmación y de inmersión en la democracia. Lo demás vendrá por añadidura.
Profesora de Derecho Constitucional y miembro del Consejo Editorial de El Correo
