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Sólo alcalde, ni más ni menos

Su compromiso municipalista le lleva a no casarse con nadie en la negociación de las leyes locales.

el 05 dic 2009 / 22:39 h.

La primera vez que fue a Dos Hermanas lo hizo en bicicleta desde Sevilla, con un amigo. Era casi un niño y no sabía entonces que terminaría siendo el alcalde por excelencia de esa ciudad desparramada y prometedora, que por entonces tenía sólo un tercio de la población que ahora gobierna desde hace más de 25 años.

Francisco Toscano, Quico para propios y extraños, es un alcalde atípico, que huye de los ordenadores tanto como de las corbatas. Su facebook lo tiene colgado en cada calle de Dos Hermanas, la única red que de verdad le interesa.

Hijo de una familia de siete hermanos y siete hermanas, ellos son todos militantes del PSOE y entre ellas alguna vota al PP. Él es el octavo y se formó como jurista y animal político en el bufete de Felipe González de la calle Capitán Vigueras (palabras mayores). Entre 1976 y 1983 trabajó en la UGT, lo que le permitió estar en contacto con los principales conflictos laborales de la transición.

Hogareño, tímido, despistado, certero, convencido y convincente, pausado en el gesto y rápido en las ideas, beligerante con los suyos y mordaz con la oposición, nadie cuestiona su liderazgo, pese a que no ocupa ningún cargo en su partido. Porque no quiere más. Ni menos. En su caso no se puede aplicar esa teoría que dice que una persona, en su carrera, va ascendiendo hasta colocarse en el puesto que ya le viene grande, por eso deja de progresar y se atrinchera. Su competencia como alcalde se la ha ganado a golpe de mayorías absolutas.

Por eso se permitió el lujo de decir “no” hasta dos veces a Manuel Chaves, cuando le ofreció ser consejero. Lo que para muchos sería la culminación de una trayectoria, para él era un engorro innecesario que le alejaría de su auténtica vocación. Una decisión que se debió a su compromiso con el municipalismo y porque como presidente de la FAMP tenía cosas muy importantes que hacer y decir en un momento en el que la Junta está negociando las dos leyes municipales clave.

Para el Gobierno andaluz está resultando incluso incómodo, por su defensa del papel de los consistorios más allá de lo que algunos en su partido consideran razonable. Pero Quico hace años que no se calla ni media.

Si este alcalde es recordado cuando de verdad se canse, o se cansen de él, no lo será porque kilos de bronce en forma de placa con su nombre presidan colegios, centros de salud, un velódromo y hasta un hipódromo. No le gusta eso y sólo en la inauguración de la estación del Metro en Montequinto, porque lo colocó la Junta de Andalucía sin él saberlo, tragó. Pero no sería la primera vez que ordenara quitar su nombre. En su día lo hizo cuando descubrió en el nuevo consistorio, pequeña y escondida en el interior, una placa que le hacía los honores.

Quizá por su timidez, no le gusta prodigarse en actos públicos, aunque cuando lo hace nunca tiene prisa. Pero sobre todo es despistado. Cuentan que este verano estaba de vacaciones en el Algarve, esperando a que su mujer rematara una típica compra (sí, toallas). Se cruzó una señora a la que se quedó mirando porque le sonaba mucho la cara. Mientras rumiaba quién podría ser, la misma mujer volvió sobre sus pasos: “¿Qué pasa Quico, que no me has reconocido?”. Él tiró de recursos: “Sí, claro, ¿qué tal estás?”. No tenía ni idea hasta que alguien se le acercó para decirle al oído: “Quico, que es Antoñita [Antonia Iborra], la mujer de Manolo [Manuel Chaves]”.

Ni que decir tiene que han estado juntos decenas de veces. Eso sí, todo lo que tiene de despistado para caras y nombres lo suple con una memoria prodigiosa para acordarse de los presupuestos municipales y de las viviendas que hay su pueblo. Esos datos los maneja como nadie y la oposición bien que lo sabe.

Su dedicación a la alcaldía es sólo comparable con la que tiene con su familia y con la niña de sus ojos. Llegó con sus seis varones criados, y con un nieto ya en el mundo. Con ella renació la pasión de la paternidad, y sobre todo le crecieron las ganas de vivir tras superar un problema de salud que trastocó su ritmo.

Poco lector, nada deportista, sí le gusta seguir por televisión el ciclismo, ahora que ya no coge la bicicleta como en la juventud, pero es una de sus pasiones. Por él, José Luis Rodríguez Zapatero nunca falta a su cita con Dos Hermanas cuando hay que hacer campaña, porque le trae suerte el pueblo de ese alcalde que se manifestó como uno de los primeros zapateristas andaluces cuando pocos creían en el cambio. Quedan en el velódromo talismán. Será porque un día llegó en bicicleta y con un amigo.

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