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Tan cálido como su voz

El escritor y periodista de Aznalcázar se enfundará por derecho propio el chaqué de Ibáñez el domingo de Pasión para cantar las esencias de una Semana Santa que el protagonista concibe como la gran fiesta de los sentidos.

el 08 nov 2009 / 07:29 h.

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Antonio García Barbeito

Hasta el mismísimo cardenal Carlos Amigo, hoy ya arzobispo emérito de Sevilla, se congratuló públicamente en su discurso ante los fieles el día de su onomástica de la elección del periodista y escritor de Aznalcázar como pregonero de la Semana Santa. Tras varios años como firme candidato en las quinielas, Antonio García Barbeito (Aznalcázar, 1950) se enfundará por derecho propio el chaqué de Ibáñez el domingo de Pasión para cantar las esencias de una Semana Santa que el protagonista concibe como la gran fiesta de los sentidos.

Su elección, la más unánime de los últimos tiempos en el cónclave gregoriano, ha significado muchas cosas. Al margen de abrir nuevos horizontes a un género desgastado y en franca decadencia, su nombramiento rompe con el mito que exigía del pregonero un certificado de buena conducta y una vida en armonía con los más sagrados principios de la sacrosanta religión católica. ¿Qué mejores principios pueden adornar al de Aznalcázar que los de remangarse altruistamente por los más nobles fines sociales y ser un ferviente seguidor de la causa del recordado padre Leonardo?

Los que le conocen destacan de Antonio su gran humanidad, su sensibilidad y preocupación por los problemas sociales que azotan al mundo. No va de santo, pero su calidad humana llega hasta el punto de que para aceptar su nombramiento como pregonero impuso únicamente una condición: los beneficios de la venta del pregón se destinarán íntegramente a Cáritas. Y para predicar con el ejemplo, todas las entradas que el Consejo de Cofradías cede gratuitamente al pregonero este año serán abonadas. "La de mi mujer la pago yo". El pregón de Barbeito ya ha empezado a escribirse... y de la mejor manera.

Antonio no tiene dobleces. Es como se le ve, como escribe, cristalino, como transmite su vozarrón cálido y acogedor. Es una persona sencilla, pero con un mundo interior lleno de vida. Muy amigo de sus amigos y muy honrado con la amistad.
Siendo un hombre de mundo, como lo es, Antonio encuentra el ideal de felicidad en su terruño de Aznalcázar. Allí, admirando la enorme extensión de campo que se divisa desde la gran cristalera de su preciosa casa, resucita su niñez de casa humilde de los cincuenta, calor de brasero y de hogar. Allí ha encontrado su auténtica verdad, su verdadero yo, el equilibrio necesario, la energía para escribir como escribe, para hacer magia con la palabra.

Ama a la tierra, su gente, sus costumbres. Es un hombre de campo, de los antiguos, de esos a los que les basta otear una mañana de sol para transmitir la alegría a los que le rodean. Tan de campo le gusta ser que hasta en el breve currículo que el Consejo de Cofradías difunde sobre la biografía del pregonero se destacan como timbre de gloria las seis campañas que trabajó como molinero en la almazara de Gines, pueblo al que se trasladó con sus padres y hermanos a los 17 años y en el que vive hasta los 34 años. En Sevilla vivió una década, hasta que en 1994 regresa a Aznalcázar, "más cerca del paisaje que del paisanaje".

Ex fumador empedernido -toda España siguió a diario su proceso de desintoxicación gracias al programa del Herrera- y sevillista confeso -le cupo la satisfacción de pregonar su pasión blanquirroja en el centenario del Sevilla FC-, Antonio no es un cofrade al uso, ni su perfil responde al cliché clásico del pregonero, por más que cortara orejas y rabo -otra de sus aficiones- en los pregones del Costalero y el Cofrade. Sus mejores recuerdo como pregonero, no obstante, están ligados al pregón de la Navidad de Sevilla, en 1987, un cuento que se representa en varios lugares de España desde 1993, y que continúa leyendo todos los años durante el mes de diciembre, con carácter benéfico, por toda la geografía española.

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