Los andaluces parecen haber aceptado la presencia de extranjeros como un modelo de sociedad consolidado hasta el punto de que en plena crisis económica un 42,6% (un 0,7% más que en 2005) lo valore positivamente, según el segundo informe del OPAM. Sin embargo, este sí a la inmigración en Andalucía está lleno de matices y alguna que otra contradicción que pasa por considerarla un elemento fundamental del mercado laboral (lo hace un 72,2%) pero limitando su integración plena en la sociedad.
Los datos del segundo Opia dibujan una sociedad que, aunque solidaria, acusa el peso de una población extranjera cada vez más numerosa. Así, aunque ante la pregunta de si los inmigrantes deberían poder participar plenamente en la vida de la sociedad andaluza, la mayoría de los encuestados (77,9%) opina que sí, este porcentaje es inferior al informe de 2005, cuando era un 85,2% el que pensaba de esta manera.
También se ha reducido el apoyo a que puedan acceder sin condiciones a la escuela o la sanidad pública (pasando del 88,7% al 86,55) y a que se les facilite el reagrupamiento familiar (del 83% al 80,5%). Tampoco los andaluces ven con tan buenos ojos su participación en la vida pública. Así, un 77,4% opina que se les debería dar facilidades para obtener, con el tiempo, la nacionalidad española, cuando en 2005 pensaba así un 80,1%. Respecto a poder votar en las elecciones municipales, lo apoya un 73%, un 3,1% menos que en la última encuesta.
Llamativo resulta también que mientras un 61,3% opina que la presencia de inmigrantes enriquece la vida cultural de Andalucía (frente a un 58,6% de 2005), haya aumentado el número de andaluces (un 51,7%) que se muestra contrario a que los inmigrantes puedan vivir aquí de acuerdo con sus costumbres.
