No todos lo logran. Llámenlo duende, magia o milagro, pero lo cierto es que los que salían ayer del Teatro de la Maestranza lo hacían con una amplia sonrisa y con ganas de compartir sus vivencias cofrades. También las autoridades presentes en el escenario, entre las que por primera vez en la historia estuvo un ministro [del Interior] no exento de cierta polémica por temas de protocolo.
El pregón de Alberto García Reyes ha conseguido sacudir el alma y sacar el lado más humano de todos. Se pudo ver en el almuerzo-homenaje que la ciudad le brindó en el Alcázar, donde llegó entre aplausos y arropado por su familia. Allí, en los discursos de los postres, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, confesó que el recital del periodista le había llegado al corazón: «No podía llorar porque tenía todos los focos pero alguna lágrima de emoción se me ha escapado». Monseñor destacó además la calidad literaria de la pieza, «de matrícula de honor», con pasajes de «apoteosis» como la declaración de amor a Sevilla y el de la Macarena, que «seguramente pasarán a la historia de la antología de los grandes pregones de Sevilla».
Los 90 minutos de pregón gustaron tanto a Asenjo, que aprovechó para revelar algunos secretos. «Soy devotísimo de dos cofrades: Antonio Ríos, al que espero abrir proceso de canonización; y Alberto García Reyes», que conoció hace años en una exposición en el Antiquarium y con el que a día de hoy mantiene «una honda amistad». Tanto que no dudó en afirmar lo que pensó en otoño tras su designación y ahora ante el atril: «Me pareció una elección soberbia y espléndida, como lo ha sido tu pregón».
De igual manera el efecto García Reyes se dejó sentir en el estado de ánimo de Juan Espadas. «Soy un alcalde con suerte. Estoy satisfecho y orgulloso porque me han tocado dos pregoneros seguidos de un nivelazo». Fue entonces cuando solicitó a los comensales del Salón de los Tapices saldar una deuda con el periodista: «Os pido que le demos el último aplauso como pregonero». El regidor se mostró convencido de que el éxito de su oratoria, amén del magistral manejo de la palabra, fue haberse «desnudado» en cada recoveco de su texto, mostrando sin pudor «sus vivencias» y «renunciando a dar un pregón de más nivel» para llegar a todos. Un espejo en el que Espadas dijo haberse visto reflejado al rememorar sus «14 años salesianos en ese ‘Cristo vive y nos ama’».
El pregón también templó los nervios de un debutante presidente del Consejo de Cofradías. Joaquín Sainz de la Maza se sinceró reconociendo que no estaba tranquilo, «no por el pregonero», sino por todo lo que conllevaba «ser novato». Al igual que el pregonero en su final, Sainz de la Maza también suspiró al escuchar «Sevilla y amén»: «Soy una persona feliz con el pregón y en este momento», resumió el presidente.
No menos contentos se mostraban quienes habían sido sus amigos y confidentes en todos estos meses de gestación y nervios. En una de las mesas coincidieron tres caballeros de la palabra que lo habían precedido en el atril. Rafael González Serna, Quico Berjano y Joaquín Caro Romero. El primero habló como representante de los expregoneros de la Semana Santa y de la cuadrilla de apoderados y amigos. Todos habían creado un grupo de WhatsApp, Pregonetis y allegados, que había dejado alguna que otra situación de guasa, como la que comentó a viva voz: «A las siete de la mañana ya me había mandado un mensaje diciéndome: ‘¡Qué mala noche he pasado!’. Y yo pensé: ‘Qué mal despertar el mío’».
Serna dijo que no entendía ese «miedo» de García Reyes cuando al final ha dado «un pregonazo», pues «¿a ver quién le dice algo más a la Macarena ahora?». Su comentario despertó el aplauso de los asistentes, que coincidieron en elogiar la «comprometida» presentación del delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, «un dos por uno» como llegaron a definirlo: « ¡Qué valentía al proclamar que Sevilla es mariana. Sí, mariana!», le felicitó Rafa Serna arrancando una gran ovación.
Bendición y rosario papalPero el almuerzo aún guardaba una sorpresa de última hora para el pregonero. Junto al cuadro conmemorativo del Consejo, García Reyes recibió un obsequio de manos del arzobispo. Lo había adquirido en su reciente viaje a Roma «de 23 horas». Se trataba de la bendición papal, un rosario «muy modesto» y un álbum de Bach para «este cristiano confesante y no vergonzante» que no había parado de recibir felicitaciones, incluso horas antes en los camerinos. Algunas fueron tan emotivas como las que le rindió el diestro Curro Romero, gran amigo del pregonero, o la del hermano mayor de La Macarena, Manolo García, que le transmitió esta confesión al darle la enhorabuena: «Se me han saltado las lágrimas. Con esto te lo digo todo».
Las felicitaciones del ministro Zoido, acompañado por buena parte del PP sevillano, acaparó la atención de los fotógrafos que tenían que medir sus pasos para hacerse un hueco entre la cantidad de personas que había. Para el exalcalde hispalense había sido un pregón «muy comprometido» que dejaba ver «el valor que la fe y la familia tienen en la vida de Alberto». Pasados estos primeros momentos y despojado del chaqué, el pregonero dedicó un tiempo a su familia y a sus compañeros de Abc: «Me he quedado vacío. No tengo palabras para explicar esta experiencia. Gracias a todos por el momento que me habéis hecho sentir, y que me ha cambiado la vida. Más de la mitad de este pregón de la Semana Santa lo habéis hecho ustedes y el Maestranza».