1992

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03 ene 2018 / 19:05 h - Actualizado: 03 ene 2018 / 21:06 h.

Ahora, el fallecimiento del profesor Olivencia nos trae a la memoria los días convulsos previos a la inauguración de la Exposición Universal. Aquellos donde diferentes modelos de evento, de ciudad y de modo de gestionar confrontaban desde las páginas de los periódicos. Incluso confrontaban grupos de intereses que intentaban repartirse la tarta de los contratos del evento.

Aquella pelea fue brutal entre el ingeniero Pellón, hombre del que se decía capaz de construir una presa en el Amazonas sin nada habitado en cientos de kilometros alrededor, y el catedrático Olivencia, culto jurista acostumbrado a las mullidas alfombras del poder financiero y empresarial.

Uno tenía un objetivo: inaugurar una Exposición Universal en tiempo y forma. El otro recrear una ciudad nueva donde Sevilla volviera a ser capital del mundo.

Quizás lo más cruel de esta confrontación no fue lo que ambas personas se dijeran: fue los muchos tiros mortales que se dispararon entre un grupo de poderosos locales que veían cómo de entre sus manos se escapaba una gran oportunidad de hacer negocios y seguir mandando y aquellos otros: empresas importantes que daban el salto a su internacionalización y tenía el sentido de aprovechar la oportunidad de la lluvia de millones que el gobierno de Felipe González dedicaba a Andalucía.

La Expo era una justificación política para poder construir en Andalucia las grandes infraestructuras que los andaluces necesitaban para engancharse a Europa y dejar de ser el sur del sur. Se recuerda aún la rueda de prensa de presentación del proyecto del AVE en la antigua sala de plenos del Ayuntamiento de Sevilla. El siempre poderosos vicepresidente Alfonso Guerra, acompañado del alcalde Manuel del Valle y una cohorte de políticos locales y nacionales, desarrollaron con detalles el trazado y los plazos para que el tren de Alta velocidad uniera Sevilla con Madrid, pasando por Córdoba, Puertollano y Ciudad Real en poco mas de dos horas.

Un periodista le preguntaba al vicepresidente las razones para empezar la Alta Velocidad en Andalucia y no en Cataluña que nos uniría con Europa. Aquel Guerra machadiano y mahleriano, socarrón e irónico, respondió con aquello «de si no empieza en Sevilla nunca hubiera llegado a Sevilla». Refrendando la certeza universal que aquello que Andalucía no se gana con esfuerzo y resolución nunca le es entregado

Ya nos pasó con la autonomía: con aquel 4 de diciembre y aquel 28 de febrero. Tuvimos que pelear contra una derecha centralista, que gastó dinero a mansalva con aquella cuña de «Andaluz este no es tu referéndum», y tuvimos que demostrar a todas las españas que este sur de gente tranquila y pacífica, acogedora y cordial, es un mal enemigo cuando se trata de defender lo que por derecho nos pertenece.

El poder siempre temió a las revueltas campesinas de Andalucía, al poder andaluz. No aquel que intentaba vendernos algún señorito travestido de andalucista y que bien le sirvió para llenar los bolsillos tomando su tajada de aquellos faustos del 1992.

El tiempo pasa y los nombre cambias. Las personas quedan y un día cualquiera nos enteramos que fallecen y esto nos recuerda sus afanes y acalla sus vicios. Bien decía el refrán «reniega de la hora de las alabanzas».