Viéndolas venir

Abandonos de verano

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Álvaro Romero @aromerobernal1
27 jul 2019 / 09:57 h - Actualizado: 27 jul 2019 / 10:00 h.
"Viéndolas venir"
  • Abandonos de verano

El abuelo se quedó dentro, por algún olvido de última hora, y todos estábamos ya fuera, a punto de cerrarse la puerta. “¡Eh!”, exclamó él, “a ver si me dejáis aquí como al abuelo aquel al que olvidaron en la gasolinera”. En su ingenuidad preguntante, Jaime quiso saber más sobre aquella historia. “A un abuelo que la familia se dejó olvidado en la gasolinera”, ratificó el abuelo de veras, sonriente. Pero Jaime no daba crédito. “Para quitárselo de encima”, aclaró alguien en el pasillo, y añadió: “Como a los perros”. “Pero ¿Que se les olvidó de verdad?”, volvió a preguntar el niño. “Eso fue en una serie”, volvió a explicar alguien. “Pero que salió en los periódicos”, insistió el abuelo. “¿Y volvieron a por él?”, preguntó Jaime con los ojos fuera de sus órbitas. “Sí, hombre”, hubo que concederle ya, sabedores todos de que los cuentos reales tienen finales demasiado crueles, “volvieron y allí estaba el abuelo, y tuvieron que explicar que se les había olvidado”. “¡Ah, ya! Pensé que lo habían dejado allí queriendo”, exclamó aliviado el chiquillo.

La anécdota demostró hasta qué punto la inocencia de los niños tiene sus umbrales de crueldad, sus límites de sufrimiento ajeno, inconscientes, por fortuna, de toda la gama de maldades que lo esperan acechantes en el mundo. La ingenuidad infantil no sabe ni alcanza a comprender que el verano, al margen de sus piscinas y sus siestas infinitas, es la estación del abandono. Estos niños nuestros de ahora no han alcanzado a conocer aquella campaña de “Él nunca lo haría”, aunque se sigan abandonando perros en las cunetas de todas las carreteras de España. Ni saben hasta qué punto son las vacaciones veraniegas el trampolín de tantas separaciones o divorcios. Ni siquiera prestan atención al telediario con ese divorcio nacional que nos ha dejado sin gobierno hasta el otoño...

Pero a nosotros, en el espejo que los niños suponen, se nos antoja el verano la ancha oportunidad de soltar lastre de tantas inutilidades, ni siquiera crueles, sino absurdas; de abandonar amistades de mentira, enemistades sin sustancia, insanas costumbres, vicios sin sentido, pérdidas de tiempo, preocupaciones sin motivo, tiempo a quien no lo merece, conversaciones para nada. El verano tiene siempre un perfil del abandono en positivo: dejar a quien no somos para darnos otra oportunidad de recuperarnos a nosotros mismos. Piénsenlo, ahora que no llegamos ni al ecuador del estío.