Alimentos contaminados, un peligro para la salud que hay que controlar

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19 ago 2017 / 20:22 h - Actualizado: 19 ago 2017 / 20:22 h.
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E l pasado 10 de agosto los medios informativos comunicaban que Holanda analizaba miles de pollos buscando trazas de fipronil, un insecticida. El fipronil es un producto prohibido para desinfectar aves de corral, pero legal para perros y gatos. De acuerdo con El País (11 de agosto) es un insecticida de amplio espectro que ataca el sistema nervioso central de insectos en general, empleado contra piojos, ácaros y garrapatas, prohibido en Europa para animales que entran en la cadena alimentaria humana. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (WHO) se considera «moderadamente peligroso», y causa dolor de estómago, nauseas, dolores de cabeza y estómago, pudiendo dañar hígado, riñón y tiroides. De acuerdo con El País (11 de agosto) eran 16 los países que habían recibido huevos sospechosos. En Dinamarca se han comercializado 20 toneladas de huevos contaminadas. La prioridad de los países afectados se centra en evitar que los huevos contaminados lleguen al mercado y con ello a los inocentes consumidores. El mismo día 10 de agosto, de acuerdo con la fuente citada, la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) afirmó que en España no había evidencias de distribución huevos sospechosos y con ello de peligro para los consumidores. Se daba una noticia importante en relación de que el consumo de huevos en España provenía en su mayoría de instalaciones nacionales, siendo las importaciones muy minoritarias.

Evidentemente estas desgracias, ya que comercializar productos que puedan causar enfermedad es una desgracia calificable como criminal por sus potenciales efectos, producen efectos favorables para los sectores productores que no ofrezcan dudas de su salubridad. En este sentido el sector productor de huevos español (El País, 10 de agosto) podría doblar sus exportaciones. Sin embargo aparecen noticias no tranquilizadoras al respecto en España conforme avanzan los días. Se ha detectado en Vizcaya la primera partida de huevos contaminados en España (Diario de Sevilla, 13 de agosto).

El Gobierno vasco inmovilizó 20.000 unidades procedentes de Francia contaminadas con fipronil. Donde antes no había riesgos ya aparecen intranquilidades; esperemos que no más. Se han clausurado granjas en Holanda, Bélgica, Alemania y Francia; este último país importó 250.000 huevos contaminados en la primavera de 2017. De acuerdo con la misma fuente, el consejo de Salud de Bélgica alertó del problema de fipronil a principios del verano de 2016. Holanda tiene unos 32 millones de gallinas ponedoras, que producen 700 millones de docenas de huevos, y de los que exportan el 60 por cierto, en competencia con otros países, por ejemplo España. Se ha dañado la credibilidad de los controles alimentarios de la Unión Europea. La seguridad alimentaria y la calidad de los productos que exportamos deberían ser muy elevadas. Si estos productos contaminados pueden pasar de un país a otro se pone de manifiesto una falta de control muy grave que necesita una profunda investigación y la toma de decisiones que proceda al respecto. La economía globalizada queda en entredicho. Las asociaciones de consumidores ante el escándalo de comercialización de huevos contaminados con fipronil exigen responsabilidades y una mayor transparencia. La Comisión Europea debe actuar sin demora y con contundencia. Ya ha habido detenciones con este hecho en Holanda, bajo la sospecha de utilizar este producto tóxico para el ser humano en aves de corral. La Comisión Europea ha anunciado que habrá una reunión de ministros el próximo 26 de septiembre para tratar el tema del fipronil.

Este caso de contaminación alimentaria en Europa pone de manifiesto graves debilidades en el control alimentario en la Unión Europea, y nos recuerda precedentes como la gripe aviar y la carne de caballo que se vendía en preparados cárnicos como vacuno. La facilidad con que se pueden comercializar productos alimenticios tóxicos pone en duda los sistemas de comercio globalizado y sus tratados oscuros, elaborados a espaldas de la ciudadanía y de las asociaciones de consumidores. El tema de los tratados internacionales de libre comercio (TCL) debe ser analizados con cuidado y divulgado a la ciudadanía con una información adecuada para que opine antes de su firma por parte de los países. Existe otra cuestión preocupante, como es el uso de antibióticos en animales de consumo como son, por ejemplo, las aves de corral.

El uso prolongado de antibióticos en animales que serán posteriormente consumidos por el hombre puede provocar que algunas bacterias generen resistencia a los mismos y, por lo tanto, dejen de ser útiles, esto puede afectar al ser humano. Para algunos investigadores la resistencia inducida a antibióticos en bacterias puede ser una nueva gran epidemia. Existen denuncias en relación con que la supervivencia de los animales llamados «de producción» en las condiciones de hacinamiento a las que son sometidos sólo se sustenta suministrando indiscriminadamente grandes cantidades de sustancias biocidas. Es un tema que habría que investigar y clarificar para la ciudadanía. Tras poner de manifiesto el peligro para la salud de los seres humanos el uso ilegal de determinados productos, la posible falta de control al sobre lo que circula por nuestras fronteras, la sombra de duda sobre los tratados de comercio internacional y como se discuten, y la utilización habitual de productos que pueden tener incidencia sobre la salud humana, no quisiéramos acabar esta tribuna sin llamar la atención de nuestros lectores sobre el estado en que viven (malviven) algunos de los animales, por ejemplo, una parte de los pollos y gallinas que satisfacen nuestras necesidades alimentarias de carne y huevos.

De acuerdo con informes de Food Empowerment en determinadas granjas avícolas industriales, las gallinas sufren condiciones de vida peores que las de cualquier otro animal de granja. Al permanecer en extremo confinamiento y al ser incapaces de expresar ningún comportamiento natural, las gallinas sufren cada día bajo condiciones de vida que ningún ser viviente debe padecer. El modelo de negocios de esta industria se basa en lograr altos volúmenes de producción, y el implacable objetivo de minimizar los gastos y maximizar las ganancias económicas. Habría que ver la situación de nuestro país y valorar el tema teniendo en cuenta todas las sensibilidades e informar al respecto. Una cuestión sobre que hay que reflexionar, conocer y poder elegir productos alimenticios en consecuencia con ello. Nadie nos ha dado permiso para maltratar a los animales. Sería muy bueno que pudiésemos adquirir alimentos ecológicos, de comercio justo y economía de proximidad, con facilidades de obtención y precios asequibles, que conjuguen la calidad con el alejamiento de cualquier tipo de maltrato animal.