Correr juntas contra el cáncer

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Álvaro Romero @aromerobernal1
12 feb 2018 / 22:51 h - Actualizado: 12 feb 2018 / 22:52 h.
"Viéndolas venir"

En mi pueblo, como en otras latitudes del terror a la muerte y sus razones, el cáncer no ha tenido nombre, ni solución, hasta hace un rato. Durante toda la vida de su muerte en vida se llamó «una cosa mala». «Se ha muerto de una cosa mala», decían las mujeres en susurros, sin fijar la mirada en su interlocutor. «Se ha muerto de eso que hay ahora», decían otras tragando saliva, como si verdaderamente la causa perversa de una defunción tan temprana fuera una novedad y esta mitigara el dolor por su azaroso zarpazo. Una cosa mala.

El primer triunfo de cualquier maldición es su carácter inefable, el hecho de que no haya palabra para nombrarla, que no tenga nombre. En el momento que se bautiza, pierde su omnipotencia. Por eso el cáncer, hoy, es cáncer y punto. Nada del otro mundo, sino de este. Con nombre, apellidos, razones y, en buena medida, soluciones gracias a la investigación específica contra él; al diagnóstico sin miramientos que esos ángeles de este mundo que se llaman oncólogos hacen de la bestia cogiéndola por los cuernos.

La lucha contra el cáncer se ha popularizado tanto que, en Los Palacios y Villafranca, se organiza por segunda vez una Carrera Rosa que persigue reunir a 5.000 mujeres el próximo 11 de marzo en una fiesta sin competencia en la que participen abuelas, madres y nietas. Todas en la complicidad femenina de comprar por cinco euros una camiseta para reírse uniformadas de una amenaza contra la que se seguirá luchando arrimándole 25.000 euros a la investigación que debe adelantar en la carrera a la enfermedad.

El dorsal número cero lo portará una luchadora nata como Mercedes Soyo. El metafórico sprint de estas mujeres vaticina otra victoria. Porque la del cáncer, como todas las pruebas de la vida, la gana quien adelanta a la muerte en la velocidad del apoyo mutuo, la esperanza cierta, la felicidad compartida.