El hijo pródigo (Montoro, 12:2012)

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10 jun 2017 / 23:41 h - Actualizado: 10 jun 2017 / 23:41 h.

En este mundo loco e imprevisible en el que todo se presenta al revés de como debería, de cuando en cuando las cosas salen a la derecha. Miren si no a Miss May, que va a seguir siendo Primera Ministra por los pelos de un resucitado Corbyn. Siendo Ministra de Interior de un gobierno de derechas se dedicó, entre otras cosas, a reducir el número de agentes de policía. ¿Pero no era que los gobiernos de derecha en lo que gastan el dinero público es precisamente en agentes del orden? ¿Y no era que lo hacen para contener las algaradas callejeras por sus políticas de recortes sociales? Ya nada es como debería ser, tal vez sea por eso que no nos sorprende que el Zar de todas las Rusias sea el aliado y algo más de un Presidente de los EE.UU que probablemente le deba su propia elección. La modernidad líquida de la que nos hablase Zygmunt Bauman se nos escurre entre los dedos a la velocidad que Sánchez se asienta como la esperanza europea de la socialdemocracia.

Hasta antier, el Tribunal Constitucional era el brazo teledirigido del gobierno, una de sus puntas de lanza. Tampoco es esto así ya. Se acuerdan de Andrés Ollero, el magistrado del TC que quiso ser Presidente y no lo fue, pero que antes fue diputado del PP durante varias legislaturas, ¿lo recuerdan? Pues bien, este juez, del que se decían muchas cosas, es el ponente de una sentencia en la que se dibujan los planos del cadalso para recibir con precisión milimétrica la cabeza política del todopoderoso Ministro Montoro, el de la Hacienda de todos. Una sentencia que se hace pública por el TC, para mayor turbación de nuestras pobres entendederas, a escasos días del aquelarre que en forma de moción de censura se celebrará el próximo día trece en el Congreso.

A estas alturas ya es difícil entender algo de lo que nos pasa. Por ahí he leído que el gobierno dice que Ollero está enfadado por no haber sido presidente, que ha sido su venganza para con Rajoy, pero si esto fuese cierto esta sería precisamente una no explicación. Porque si al final todo depende de las pulsiones humanas, de incontrolables humores, los guiones sobran, las normas no sirven y a partir de ahí cada cual es muy libre de interpretar las cosas como le conviene.

Entre tanto desconsuelo podríamos agarrarnos a la idea de que la única verdad está en el Evangelio, pero ya ni siquiera este axioma es incontestable, pues dependerá del evangelio que uno lea. Por ejemplo, con esto de la amnistía fiscal para defraudadores de lo público seguro que Montoro se inspiró en la parábola del hijo pródigo: los esperó, los abrazó, los vistió, los calzó, les mató el becerro más gordo. El TC le acaba de decir que el hijo mayor, el honrado contribuyente, tiene razón para estar enfadado, que a él nunca le ofrecieron ni un chivito por cumplir con su deber. Pero a Montoro le da igual, es lector de apócrifos, incluso los escribe.