Menú

El origen del mundo (insumiso)

Image
08 jul 2017 / 23:55 h - Actualizado: 08 jul 2017 / 21:30 h.

Escándalo, es un auténtico escándalo, fue lo que el público parisino pensó cuando vio el famoso cuadro de Courbet. Pintado en 1866, la vida de la pintura fue un misterio hasta que en 1981 lo recuperase el Estado francés, aunque no sería expuesto al público hasta 1995. El misterio del lienzo se magnifica por desconocerse los detalles de su trayectoria. Lo que es sabido es que muy poca gente tuvo el gusto de verlo hasta que en el Museo de Orsay se le reservó una sala especial, hoy especialmente transitada. El sexo femenino ha sido siempre objeto de ocultamiento por parte de una cultura machista dominante que ve en la mujer la causa de su propio pecado, la excusa perfecta para su dominación. Del cuadro de Courbet destaca la potencia de su realismo, una pintura sin concesiones a cualquier veleidad pornográfica en la que el autor renuncia a la fácil tentación de complacer los primarios instintos masculinos. Es ahí donde radica su trascendencia, en que el motivo de la tela sea la representación del sexo de una mujer que se justifica por sí y ante sí, sin necesidad de pedir perdón, favores o precio alguno a quien desee observarlo.

Que se sepa, más allá de la lógica presión social que recomendaba no airear en demasía el polémico cuadro, a nadie se le ocurrió plantear una querella criminal al pintor por ofensas a la moral de la época. Tampoco cuando se supo el título con el que Courbet lo había bautizado: El origen del mundo, en clara alusión a un modo de concebir la vida, el papel de la mujer en la historia o el permanente dominio y control del varón sobre las instituciones en que se encarna el poder, a contracorriente del pensamiento mayoritario de su época. El impactante óleo de Gustave Courbet permite al espectador reflexionar sobre todas estas cosas o sencillamente, y es esto quizás lo más importante, no provocarle nada, por indiferente o estúpido o, por el contrario, hacerlo sentir molesto, inquieto o terriblemente perturbado.

El sexo de la mujer como objeto de la libertad de expresión sigue siendo, a la vista está, motivo de escándalo, una provocación para finas pieles siempre propensas a sentirse ofendidas. Pero si en época de Courbet el origen del mundo se ocultaba detrás de otro cuadro, hoy se exhibe abiertamente en el templo parisino del impresionismo con la clara vocación de interpelar e irritar. Porque si la libertad de expresión no logra permitir las manifestaciones de escándalo, como decía el juez Holmes, viviríamos permanentemente entre creencias y profecías, atrapados en el conocimiento imperfecto de la vida. ~