El ‘Prinzipito andalú’

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13 may 2017 / 11:45 h - Actualizado: 13 may 2017 / 11:45 h.

La lengua como libertad es una idea que se ha ido forjando antes de que Antonio de Nebrija escribiese la primera Gramática Española, pese a las críticas que el humanista Juan de Valdés le dedicase acusando al habla andaluza de no ser muy pura. ¿Cecear o sesear? cualquier filólogo respondería no, a pesar del uso que algunos andaluces hacen, usándolo para el chiste y pasándose al finolis para algo serio. La lengua es identidad y aunque ahora haya mucha más conciencia por defender nuestro andaluz como algo propio, el habla andaluza sólo se dignificará cuando se utilice en las tribunas públicas. Tendría que haber sido una de las prioridades del gobierno andaluz, pero ni la gestión de la educación en Andalucía ni Canal Sur, han colaborado en ello. Ahora, además, nos encontramos con quien quiere convertirla en un idioma propio, traduciendo El Principito al andaluz, ignorando que el andaluz es una variedad del castellano, una diversificación oral más que, a semejanza del inglés y del francés, se escribe de una forma y se pronuncia de otra. En Valladolid se escribe zapato y se pronuncia zapato y aquí o en Córdoba se escribe zapato y se pronuncia sapato. Treinta y cinco años antes que Huan Porrah Blanko estuvo José Antonio Garmendia, un sabio que le puso bajo el brazo un diccionario a Cipriano Telera para que escribiese el andaluz tal y como lo hablaba. El profesor Porrah nos sugiere la grafía que debe usarse para escribirlo; «Una beh, kuando yo tenía zeih z’añiyoh, bi un dibuho mahnífiko....». ¡Ay Saint-Exupéry!, ¡ay Cipriano Telera!, ¡ay Antonio de Nebrija!