Gradas con niños y sin insultos

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Juan Luis Pavón juanluispavon1
26 ene 2017 / 21:39 h - Actualizado: 26 ene 2017 / 22:39 h.
"Pasa la vida"

Quizá usted recuerde esta frase: “Tenemos que erradicar el insulto como una conducta normal en el deporte”. Del psicólogo sevillano José Carlos Jaenes, veterano maratoniano, y aficionado también al fútbol, que ha logrado para Sevilla la organización, en julio de este año, del Congreso Mundial de Psicología del Deporte. Fue el titular de mi entrevista, que se convirtió en el tema más leído en la edición digital de este periódico el pasado 3 de enero. El mérito es suyo, y de ustedes, que son la mayoría social sensata y silenciosa. Ya toca que se hagan notar para acallar a los que han encanallado el ambiente balompédico y han profanado la armonía de los santuarios deportivos desde las gradas, desde los palcos y desde el periodismo. Los que siempre buscan pretextos y comparativas para justificar, o minimizar, o amparar o consentir las barrabasadas que solo cabe condenar y proscribir.

Ya está bien de darle pábulo al pernicioso ‘y tú más’. Párenle los pies del modo más elemental, desde la ética: ¿y si se las hicieran a usted?. Las conductas que, y esto es lo más grave, son idolatradas por miles y miles de chavales. Ven un referente de construcción de identidad y autoafirmación en ese modo de proceder, en ese tribalismo de agresiones verbales o físicas. Y así el círculo vicioso se solidifica y las nuevas generaciones toman el relevo porque es ‘lo normal’. Y no lo es. Y tenemos que erradicarlo. Porque es un fortín de intolerancia que, lejos de los vomitorios, está erradicando la educación en espacios y mentes por doquier.

Cuando se va a celebrar un partido especial (finales, torneos de selecciones,...) se montan zonas de diversión en céntricas plazas y en los aledaños de los estadios. Con actuaciones musicales, juegos, concursos,... Y también para niños, con el fin de que los adultos puedan ir con los peques, disfruten de la parafernalia futbolera y compren algo de mercadería para vestirse de campeones sin miedo a estar dentro en los estadios y que les toquen cerca grupos iracundos cuya vorágine pueda rodearles y trocar el buen rollo en pesadilla. El contraste es tremendo.

Más urgente aún que introducir el ‘ojo de halcón’ en los terrenos de juego para ayudar al arbitraje con tecnología, es reintroducir a las familias en las gradas, y que lo normal vuelva a ser la afluencia de padres, tíos y abuelos con su prole para pasarlo bien sin exponerse a un calvario y a un cúmulo de malos ejemplos. Hay que reconvertir los fondos de los grandes estadios de fútbol introduciendo en ellos zonas de ambiente infantil, para chicos y chicas (a mayor feminidad habrá menos violencia), con profesionales de la animación, para hacerle la ola a la simpatía, a la camaradería con el simpatizante del rival, a ritualizar la deportividad y el respeto mutuo antes, durante y después del partido, relativizando la importancia del resultado. Al primer club que lo sistematice, concédanle todos los honores y hágase la foto con Felipe VI en el Palacio Real.