El inversor ha de buscar un término medio en la diversificación no comprando paquetes de acciones demasiado pequeños pues ello le obligaría a pagar un alto coste en comisiones de intermediación.
A la hora de deshacerse de las acciones, el inversor no tiene por qué desprenderse de las mismas a la vez sino que, puede ir vendiendo poco a poco en función de la consecución de los objetivos marcados. Esto último trae a colación un tema fundamental: el inversor ha de tener, antes incluso de llevar a cabo su inversión, un objetivo de beneficio que, una vez cumplido, le llevará a salir del mercado.
La señal de venta se dará cuando la media móvil apunte para abajo por primera vez en el gráfico del valor donde esté comprado.
Si, por un error de previsión o despiste del inversor, los títulos bajan ocasionándole pérdidas, es mejor vender con una pequeña pérdida a aguantar todo el tramo bajista pensando que el valor se va a recuperar. Esto difícilmente suele ocurrir cuando la tendencia del mercado cambia a la baja.
Tener un método de inversión no le asegura la obtención de beneficio seguro pero si una aproximación a los mercados con un criterio racional, reduciendo el riesgo a incurrir en pérdidas y maximizando las posibilidades de obtención de beneficios.
En resumen, todo inversor, ya sea conservador o agresivo, tiene que tener muy claro que, en los mercados, no solo hay que ser inversor, sin que también hay que ser un poco especulador, con el fin último de obtener rentabilidad de sus ahorros y esto sin necesidad de sistemas de complejos sistemas de inversión, sino tan solo contando con estrategias básicas de inversión que de manera sencilla pueden indicarte en qué momento comprar y cuando vender.