La llamada cuarta edad

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03 feb 2018 / 22:46 h - Actualizado: 03 feb 2018 / 22:46 h.

No debía faltar a la reunión, su ausencia el año pasado se comentó. Había perdido el aviso pero recordaba la cita: hoy, a las 20.30, en Los Remedios. Ya había estado antes. Yendo en autobús debía bajar en cuanto cruzara el río y enseguida se llegaba. De manera que, cuando su vehículo en lugar de dirigirse al puente continuó hacia delante y luego giró a la izquierda, comprendió que se había equivocado y subido al de circunvalación interior en vez de al C1. Se apeó en la primera parada, tomó un taxi, y éste le llevó a la calle Virgen de las Montañas después de un largo trayecto con varios atascos. Allí no era. En un bar preguntó por su destino y, tras larga caminata, llegó agotado. La puerta estaba cerrada, no había nadie. Comprendió que también había errado en la fecha: la reunión había sido, sí, el martes, pero de la semana anterior.

No logró encontrar taxi. Se dirigió a la parada del C2 que, por fin, le dejó cerca de su casa. Cuando caminaba hacia ella, cansado y dolorido, tropezó y cayó al suelo. Un policía local, que casualmente pasaba por allí, le ayudó a incorporarse e incluso se ofreció a llamar una ambulancia. Le acompañó hasta su hogar y telefoneó a su hijo.

En la cama, meditando sobre las desgracias del día, comprendió que podría haber sido peor. No se había roto nada y un buen samaritano le había ayudado a superar el apuro. Al día siguiente la vida continuaría. Era difícil aceptar el deterioro inexorable del envejecimiento. Pero seguía existiendo la posibilidad de hacer todos los días algo por los demás.