La Tostá

Llamadas de Navidad

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
22 dic 2018 / 07:00 h - Actualizado: 21 dic 2018 / 10:02 h.
"La Tostá"

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Una de las veces que visité a Juan Valderrama en su finca de Espartinas, que fueron muchas, me lo encontré en pijama y muy triste. Tenía encima de la mesa camilla una agenda de teléfonos abierta más o menos por la mitad y con bastantes números tachados. Ese era el motivo de su desánimo, que cogió la agenda para felicitar la Navidad a amigos y compañeros y se dio cuenta que se estaba quedando sin personas queridas a las que felicitar en Nochebuena.

Vi el listín y había tachados muchos nombres de gente del arte, sobre todo del flamenco y la copla. Me miró con aquellos ojillos suyos, que eran dos puñaladas en un tomate, y me dijo muy apenado: “Se me están muriendo todos, Manuel. Me estoy quedando solo”. No se refería solo a los que se habían ido al otro mundo, sino a los que seguían vivos y se olvidaron de él, algo que suele pasarles mucho los artistas famosos, y no digamos a los que solo se buscan la vida con el arte hasta que les quedan fuerzas. Aquella estampa del genio de Torredelcampo, en pijama y zapatillas, con la cabeza blanca y algo embebido por los años, se me quedó grabada para siempre y la recuerdo cada Navidad, que es cuando solemos echar en falta las llamadas de familiares y amigos.

El mundo ha cambiado y vamos cada uno a lo nuestro. Desde que existen las redes sociales han bajado considerablemente el número de llamadas por estas fiestas, porque lo arreglamos con un mensajito en el muro de los amigos y familiares. Hace siglos que no recibo ningún crisma de Navidad y tampoco suelo mandar ninguno a nadie. Una entrada en Facebook, y asunto resuelto. Era distinto hace treinta años. Todavía conservo crismas de cuando empezaba a colaborar en este periódico, de los que mandaban las peñas flamencas, los artistas y las agencias de contratación. Eran manuscritos, lo cual le daban un encanto especial.

Se estilaba también la visita en casa de familiares y amigos para traernos una garrafita de aceitunas gordales, una botella de vino o una caja de mantecados. También se ha perdido tan atávica costumbre. ¡Ay, aquellas morcillas de asadura de Arahal! Por eso agradecí tanto el otro día que los dueños de esta empresa, El Correo, nos regalaran un cajón de naranjas tan gordas como sandías y de un sabor increíble. Y tan limpias que parecía que venían recién duchadas.

Feliz Navidad a todos.