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Mi Sevilla niña

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18 feb 2017 / 22:30 h - Actualizado: 18 feb 2017 / 22:30 h.
"La trastienda hispalense"

Dónde estará mi Sevilla niña con aquellos diábolos que volaban por las calles y plazuelas; y aquellos cuernos de toros sobre un carro de madera? Seguro que estarán con nuestros viejos corrales y ese grito en el zaguán: el «panaero»... Llevo bollos, bobas, vienas y teleras de mi pueblo de Alcalá de Guadaíra.

Angarillas sobre mulas y recuerdos a los que la Giralda, pregunta: ¿Dónde estará mi Fontanal, mi San Julián, mi San Román, dónde estará mi Sevilla niña hirviendo ollas con trompos que bailaban El Cerro y la Enramadilla, al son de ruedas y combas de Nervión y la Cruzcampo, de San Bernardo y Ranilla? Seguro que estarán con nuestros viejos corrales y ese grito en el zaguán: el «afilaor»... Traigan niñas las navajas, los cuchillos y tijeras pa’ afilar. Ruedas peregrinas y ambulantes al compás de chiflos de flautas de pan y trinos de recuerdos, a los que San Benito, pregunta: ¿Dónde estará aquel Pilar de mi Calzá, pintao de cal, dónde estará mi Sevilla niña entre limas cruzando cuadros y turcos dibujando las aceras de San Esteban, Casa Pilato, Pila del Pato y la Macarena, bolas de barro, piola y marro, de San Lorenzo y de la Alameda? Seguro que estarán con nuestros viejos corrales y ese grito en el zaguán: el «ditero»... Que la vida está que trina, mis vecinas, y hoy es día de trincar.

Libretones fenicios donde se apuntaban las miserias de cada parroquiano entre dos pastas de cuero, ajustadas con largos tornillos e inolvidables recuerdos, a los que el Guadalquivir pregunta: ¿Dónde estará mi San Gonzalo, mi Turruñuelo, mi vieja cava, endulzada con barquillos, arropías y el parisién de canela, entre corros de alegres patios, danzando con castañuelas? Seguro que estarán con nuestros viejos corrales y ese grito en el zaguán: El trapero... Cambio lanas, hierros viejos, trapos viejos por platitos de cristal.

Borricos gitanos tirando de carros cargados, hasta las trancas, de cacharrería de porcelana, vajillas y cristalería, a los que rodeaban las ilusiones de los ajuares de las mocitas sevillanas, en aquella Sevilla, niña de ensueño, tan pobre como exquisita y encantadora.