Navidad recobrada

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12 dic 2017 / 22:32 h - Actualizado: 12 dic 2017 / 22:33 h.
"Fin de pista"

Romero Murube contó que descubrió la soledad –con minúscula– en una remota tarde de verano en la que toda la familia se marchó a la plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda. Cernuda, aquel sevillano gruñón y exiliado, también mencionó esa compañera de viaje –«cómo llenarte soledad sino contigo misma»– en su refrescado Soliloquio del Farero. La soledad y la memoria, definitivamente, se convierten en el camino más corto –trazado por Montesinos en El rito y la regla– que nos hiere e interpela a la vez que se acercan esas fiestas desdibujadas que, sin querer, nos colocan de nuevo en las tardes breves y mortecinas de esa niñez que se recobra mientras escalamos el calendario.

¿Dónde está esa Navidad interior que aprendimos siendo tan chicos? La memoria, que es caprichosa, nos sitúa en la huerta gélida, junto a aquella alberca verde reconvertida en el brocal de un mundo onírico en la imaginación infantil. Huele a musgo fresco y a café nuevo; centellea el papel de plata y hasta humea –bricolaje casero para un niño– la perola de la castañera de aquel breve universo de corcho y ramas de tulla que cambiaba el ritmo de la legión menuda de la casa. Aquel aguafuerte vuelve ahora, devolviendo una constelación de rostros que creíamos inmutable. Sí, es la memoria; que ha escogido el camino más corto para herirnos mientras centellean las bombillas en las calles atestadas, crece el ritmo de las compras y nos preguntamos dónde quedó aquel sentimiento interior que se agarraba al alma durante veinte hermosos días.