Objetores de conciencia

Los abusos de la banca salen a la luz una y otra vez, pero el sistema no ofrece una alternativa para quien recela de sus productos, sino todo lo contrario: cada vez somos más dependientes de ellos

Image
17 feb 2018 / 17:54 h - Actualizado: 17 feb 2018 / 21:18 h.
  • Objetores de conciencia

La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMV) ha impuesto una multa millonaria a los cuatro grandes bancos españoles (Santander, BBVA, CaixaBank y Sabadell) por pactar precios de forma interesada para encarecerlos al cliente. La CNMV es un organismo independiente, aunque adscrito al Ministerio de Economía, cuya misión es supervisar el funcionamiento de las operaciones de mercado para garantizar la transparencia y la existencia de una competencia efectiva en todos los sectores financieros y productivos en beneficio de los consumidores y usuarios.

Y lo que han hecho los cuatro grandes bancos ha sido ponerse de acuerdo a la hora de conceder préstamos “sindicados” (los que por su gran cuantía se reparten entre varias entidades) para engañar a sus clientes diciéndoles que los precios eran los que dictaba el mercado pero que no, que ellos se habían conchabado para decir todos lo mismo. Un lío. Y 91 millones de multa. Que esa cantidad los bancos la pagan como si fuera calderilla. Como quien invita a café.

Admitamos que ya va una perdiendo facultades, pero que todos estos complicados mecanismos económico-jurídicos son tan enrevesados de forma deliberada lo tengo por cierto desde hace ya mucho tiempo. Aquí no entendemos lo que pasa y nos quedamos muy contentos porque creemos que con esa sanción los bancos tienen su merecido y que la CNMC no les deja pasar ni una. Pero en realidad los bancos nos engañan todos los días, abusan de nuestra confianza y son los reyes del mambo éste en el que todos bailamos al son que ellos tocan.

Que no me quiero repetir tanto, pero que a cuento de qué, si un banco es un negocio, yo tengo por narices que ser su cliente. Si a mí no me gusta el pan no compro pan, ¿verdad? Y paso por la puerta de la panadería y adiós muy buenas. Y tan amigos. Por qué entonces si yo no quiero comprarle nada a un banco estoy obligada, o-bli-ga-da, a consumir productos de la banca. Lo confieso. Estoy impulsando un movimiento de objetores bancarios. ¿Será ilegal? La excusa es que el Gobierno y el fisco se sirven de la banca para prevenir fraudes y delitos económicos, vamos, que no tenga usted ni un euro que no esté a la vista y declarado. Y que el cobro de recibos, por ejemplo, ha ganado en agilidad con los pagos a través de las cuentas bancarias. Hasta ahí de acuerdo. Y ése es un servicio que presta la banca y que hay que pagar.

Pero ¿dónde queda la libertad? Que no voy a decir que no me fío un pelo del negocio bancario, ni que son unos depredadores codiciosos y desalmados, pero... simplemente... ¿Y si a mí no me gustan los bancos, como no me gusta el pan, por qué puñetas tengo que comprarles lo que venden, a la fuerza, para no ser un paria social? Llámenme desnortada, pero que alguien me explique por qué no hay ninguna alternativa a tener que pasar por el banco sí o sí. La consecuencia es que, aunque a diario nos llegan noticias de infracciones bancarias, cuando no de abusos o robos descarados, no tenemos más bemoles que seguir cobrando, pagando y existiendo... a través del banco.

Anda que si usted sabe que en tal sitio venden el pan duro va a volver a comprar allí. Ea, pues ya sabe de sobras que en esos bancos, los primeros del país, le engañan en cuanto se descuida. Pruebe a dejar de ir, a ver si puede.