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Orgullo y prejuicio

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10 jul 2017 / 22:05 h - Actualizado: 10 jul 2017 / 22:06 h.
"Hispalíneas"

Hace poco se estrenó una obra de teatro desternillante y reflexiva: S.O.S. Orgullo; un monólogo de hora y media, de Daniel Blanco y Miguel Ángel Parra, donde el operador telefónico de un servicio de LGBT, LGBTTT, LGBTQ... que se trabuca constantemente ya que, con la misma constancia, se han ido añadiendo a las siglas letras designando colectivos perseguidos y discriminados por sus tendencias sexuales. Para hacer frente a ello nacieron el Día del Orgullo Gay y las manifestaciones que las pasadas semanas han acaparado la atención informativa. En los últimos tiempos se han dado avances formidables hacia la igualdad en ese campo. Sin embargo esa igualdad es engañosa porque todavía la homosexualidad se castiga con la pena de muerte en seis países y es ilegal (o sea, acarrea continuos problemas) en 78.

Las fiestas del Orgullo Gay exaltan la liberación pero están transidas de un prejuicio: eso no es real en medio mundo. Promovidos por la izquierda, los fastos se han convertido, por un lado, en una terapia freudiana y, por otro, en acontecimientos consumistas aplaudidos por la derecha a la que nunca le importó subirse al carro del vencedor para suplantarlo. Es preocupante –o debería serlo– el patrocinio empresarial de carrozas en los desfiles y la, prácticamente, inexistente protesta ante la persecución homofóbica en muchas naciones de todos los continentes. Es importante expresar alegría por lo conseguido y desahogar los sentimientos pero sigue siendo mucho más importante la vida o la honra de miles y miles de seres humanos.