Lo del francotirador que pensaba atentar contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha quedado solo en un susto porque ha sido detenido gracias a una militante de Vox que alertó a los Mossos tras saber de sus intenciones o simples amenazas. Llamarlo francotirador es pasarse, por mucho arsenal de armas que tuviera, porque, según algunos testimonios autorizados, parece ser que no anda bien de puntería, luego será un tirador de pacotilla y un franquista algo chiflado. Sin embargo, el terreno está abonado para que surjan otros majaras de estos que la puedan liar en un momento dado, porque un tiro lo puede dar cualquiera y nuestros gobernantes salen a la calle con frecuencia para mezclarse con los ciudadanos, sobre todo en tiempo de elecciones.
Sánchez está tomando medidas que están gustando poco a la ultraderecha, como lo de sacar a Franco de su tumba, y sabemos muy bien cómo se las gastan en España los partidarios del dictador gallego, aunque llevaran tiempo adormilados. Así que no hay que relajarse porque está todo revuelto y hay un odio desatado que no puede traer nada bueno. Y son los propios gobernantes, los políticos, los que deberían dejar de calentar el ambiente con alusiones a todo aquello que pueda hacer insoportable este clima de odio e intolerancia que vivimos por temas de religión, inmigración, independentismo o ideales políticos. Los españoles volvemos a tener ganas de liarnos a garrotazos.
Curiosamente, son ahora los partidos de izquierda los que están más tranquilos. Los de la derecha andan rivalizando a ver quiénes son más fachas o descerebrados devotos del orden nacionalista, y esto no va a traer nada bueno, como no lo trajo en épocas pasadas.