La Pasión

Hazlo tú

Si es tan fácil buscar alimentos, visitar enfermos o regalar juguetes en cualquier época del año, dime ¿dónde estuviste haciéndolo? ¿Cuándo? Si estás criticando a quien lo hace será porque durante todo el año andas de puerta en puerta buscando a las personas necesitadas para ofrecerle tu calor, ¿verdad?

27 nov 2015 / 21:14 h - Actualizado: 27 nov 2015 / 21:49 h.
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  • Jóvenes en una operación carretilla como las que se celebran estos días. / Pepo Herrera
    Jóvenes en una operación carretilla como las que se celebran estos días. / Pepo Herrera

Antes de seguir criticando a las personas y a los colectivos que practican la caridad exclusivamente en estas fechas, ¿te has preguntado a ti mismo cuándo la practicas tú? ¿Has pensado si tú, que no dejas de darles cera a esas personas comprometidas que andan en este momento cargando kilos de comida, haces durante todo el año lo que ahora les exiges en tus comentarios, opiniones y pensamientos a esos voluntarios que tienes delante? Si es tan fácil enternecerse, buscar alimentos, llevar comida a los centros de recogida, visitar enfermos, regalar juguetes a los niños y acompañar a los vecinos con dificultades en cualquier época del año, dime: ¿Dónde estuviste haciéndolo? ¿Cuándo? Si estás criticando a quien lo hace, aunque sea sólo por estas calendas, será porque durante el resto del año andas de puerta en puerta buscando a las personas necesitadas para ofrecerle tu calor. ¿Verdad? Si aseguras con esa vehemencia que los semejantes que atraviesan un mal momento necesitan comida y atención todos los meses del año será porque de enero a noviembre les estás prestando tu apoyo incondicional ¿no? ¿O es que estás criticando a quien lo hace al menos en este tiempo mientras tú observas la realidad desde ese burladero que siempre te cobijó de las cornadas mientras tus semejantes saltaban a la arena de la vida?

Es muy habitual, tristemente, que señalemos con el dedo y menospreciemos a las personas que sólo ejercen la caridad en tiempos navideños. Tu obligación, ya que pregonas desde el púlpito de la razón que te hace tan fuerte, es dar ejemplo... o guardar silencio. Si lo ves tan claro, si es tan fácil todo esto, remángate, pero hazlo de enero a diciembre. Con eso callarás muchas bocas, todas. Pero piensa que si tú no tienes tiempo, fuerza o capacidad, los demás tampoco. Los voluntarios que hoy y mañana se patean las calles y cargan los carros hasta arriba de alimentos y de una buena dosis de amor al prójimo –que tú no ves con esos ojos– también saldrían a buscar comida para ti si te hiciera falta, aunque fuera sólo en Navidad.

Piensas que vives en una sociedad consumista y falsa que lava su conciencia estos días y que se dedica a mirar a otro lado durante el resto del año. ¿Es así? Pues ponte a cambiarla, pero cámbiala dejándote la piel durante doce meses, sin descanso, sin excusas, sin dejar para el invierno el corazón tierno y las luces navideñas. No les pidas a los demás lo que no estás dispuesto a entregar, porque entonces el falso eres tú. Es mucho más fácil criticar, señalar con ese dedo tuyo inquisitorial que ponerte manos a la obra a dar ejemplo.

Ante las actividades que estos días verás pasar por delante de tu arrogancia puedes adoptar tres posturas: echar una mano y pegarte a las sonrisas sinceras de los voluntarios que recogen alimentos, seguir sentado con tu razón aplastante criticando al prójimo, o quitarte la chaqueta, tirarte al barro y ponerte a dar ejemplo de cómo deben hacerse las cosas los 365 días del año. Si has elegido la segunda, deberías empezar a pensar en aquello que tú haces bien, irremediablemente bien, para contarlo y explicarlo a la cantidad de jóvenes que a esta hora recorren calles con huchas y carretillas con muy buena intención y una dosis muy alta de compromiso pero que, según tú, están equivocados siguiendo la estela de la falsedad. Piensa, en fin, si ellos son más falsos que tú, o no.

Las hermandades sevillanas (y las de toda España), como otros colectivos sociales y religiosos, practican la caridad y el bien común en mayor o menor medida durante todo el año. Lo han hecho siempre y lo van a seguir haciendo digan lo que digan los espectadores más sabios –esos que lo harían mucho mejor–.

Hoy quiero quitarme el sombrero ante ti, voluntario de tu hermandad, que has salido a la calle con un peto y una sonrisa. Quiero quitarme el sombrero porque yo estoy todo el año sin mover apenas un dedo por practicar la caridad con los demás. Y por eso me rindo y me prometo hacerlo como tú algún día. Y no será, querido voluntario, para lavar mi conciencia, sino para parecerme a ti.