Se está produciendo un rebrote del terrorismo en sus distintas formas. Y nos gustaría darle vueltas a dos cuestiones:
1ª) ¿Qué tiene que ver Dios con eso? El terrorismo, a lo largo de los siglos deviene como apoyo, radical y desordenado, a unas grandes ideas: la libertad, la independencia, la justicia y, en demasiadas ocasiones, el triunfo de Dios. Resulta paradójico que cuando, como regla general, las religiones propugnan la paz y la solidaridad entre los hombres, siempre se haya matado en nombre de Dios, a su mayor gloria y en defensa de una supuesta voluntad suya. ¿Acaso necesita Dios –el Dios de cada uno– que los hombres lo defendamos? ¿Y que lo defendamos matando? En la actualidad, parece que solo el islamismo fundamentalista, el yihadismo, sostiene semejante cosa. Y es que todos los fundamentalismos acaban siendo explosivos y los religiosos mucho más.
2ª) ¿Y la inmigración, tiene que ver con el terrorismo? Los fundamentalismos nacionalistas dicen que sí y, curiosamente, sus tesis están haciendo mella y provocando miedo en la sociedad. Pero los autores de los últimos atentados no son inmigrantes ni refugiados, son nacionales de los países contra los que han atentado. Han nacido allí, han asistido a sus colegios y se han tenido todas la posibilidades de transmitirles los valores de libertad y democracia en que se funda Europa. Algo ha fallado como dice el Papa. ¿No habrá que plantearse el problema de la integración para aportar soluciones? ¿No habrá que poner en alza, como un valor europeo, la actitud de la acogida?