Hace unos días, mi esposa y dos de mis hijos me esperaban en la puerta del teatro. Les conté lo divertida que había sido la obra y decidimos ir a cenar algo por allí cerca. Cuando llegamos al restaurante, nos encontramos con una sorpresa. Cobraban 30 euros por entrar. Se iba a retransmitir la Super Bowl. Por supuesto, no entramos. Pero sí lo hicieron cientos de personas. El local estaba lleno hasta la bandera.
No puedo decir lo mismo del teatro. Para ver una estupenda representación de la obra de Miguel Mihura Ninette y un señor de Murcia, nos reunimos en el Teatro Fernán Gómez de Madrid cien personas. Más o menos. Y la entrada era bastante más barata que la del restaurante convertido en sala de proyección de eventos deportivos.
¿Qué está pasando en España? ¿Qué nos hace pensar que el teatro es caro, que el cine es caro, que todo es caro salvo lo que tiene que ver con los grandes eventos deportivos? Pues ya se lo digo yo: que han logrado que el interés por la cultura, por todo aquello que nos haga reflexionar y entender el mundo y a nosotros mismos, sea el mínimo. ¿Por qué reflexionar si creemos tener la solución en internet? ¿Por qué esforzarnos mínimamente en entender el mundo si nos desmenuzan la realidad en la televisión? ¿Por qué perder el tiempo leyendo si podemos vivir con pasión un partido de fútbol y es mucho más divertido?
Es doloroso comprobar que lo han conseguido. Nos querían más ineptos y lo somos; nos querían aborregados y lo estamos; querían convertir la cultura en algo prescindible y nos han fabricado excusas infalibles para que lo parezca.
Penoso.