‘Una Navidad cerca de los pobres’

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16 dic 2018 / 07:48 h - Actualizado: 15 dic 2018 / 16:49 h.

De acuerdo con los datos que nos brinda Cáritas diocesana, en nuestra Archidiócesis, tener trabajo no significa dejar de ser pobre. De hecho, uno de cada cuatro sevillanos con empleo está en riesgo de exclusión porque sus salarios son ínfimos. El empleo remunerado ya no sirve de garantía para salir de ser la pobreza. Según la Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2017, en la provincia de Sevilla hay 206.900 personas en paro y la tasa de desempleo alcanza el 22,4 por ciento, con un 20,15 por ciento de hombres y un 25,08 de mujeres. Llama la atención el hecho de que el número de hogares con todos sus miembros activos en paro se eleva a 70.762, mientras que 67.799 personas desempleadas no reciben ninguna prestación, casi el 34 por ciento del total de los parados.

Las frías cifras que nos ofrecen las estadísticas tienen rostros concretos, nombres y apellidos. Cualesquiera que sean las causas de su situación, son personas que sufren, que no tienen trabajo, que pasan hambre y frío, que en ocasiones carecen de vivienda, de luz eléctrica y de medios para promocionarse culturalmente. Es evidente que este triste panorama nos interpela a todos, a los responsables políticos, a la sociedad y también a la Iglesia y a los cristianos.

Estamos ya en vísperas de Navidad. Todo indica que, como en los años anteriores, van a ser muchos los que van a intentar secuestrar el sentido religioso de estos días santos. Desde hace semanas, los reclamos publicitarios nos invitan al derroche y al consumismo desenfrenado, que solapa y secuestra el Misterio y ofende a los pobres. Por ello, un año más os invito a vivir unas Navidades austeras, pues la alegría verdadera no es fruto de los grandes banquetes ni de los regalos ostentosos. Nace del corazón puro, de la buena conciencia y del encuentro cálido con el Señor, que viene a transformar y a plenificar nuestras vidas. Vivid también unas Navidades solidarias. El Señor viene a nuestro encuentro también en los pobres, en los pequeños, en los que no cuentan, en los débiles y desfavorecidos, en los que carecen de lo necesario para vivir, en quienes han perdido la esperanza.

En la liturgia del Adviento el profeta Isaías nos recuerda que el Señor viene a “enjugar las lágrimas de todos los rostros”. Y lo quiere hacer a través nuestro. Sólo así “celebraremos y nos gozaremos con su salvación...” (Is 25, 9-10). Esto quiere decir que sólo disfrutaremos de la alegría auténtica de la Navidad quienes, movidos por la caridad de Cristo, nos acerquemos a los pobres poniéndonos de su parte y en su lugar, compartiendo con ellos nuestros bienes, viviendo también muy cerca de los inmigrantes y refugiados, de los enfermos y de los ancianos que viven solos.

Una forma práctica y segura de ejercer la caridad con los pobres es a través de Cáritas Diocesana o de las Cáritas parroquiales, de las que todos nos debemos sentir orgullosos. Conozco y aprecio el esfuerzo que estas instituciones están haciendo a través de sus programas de asistencia a enfermos y desvalidos y de sus proyectos de empleo y lucha contra la exclusión social. Valoro también los planes de formación del voluntariado acerca de la identidad eclesial de Cáritas, el impulso que está dando al Fondo Diocesano de Comunicación Cristiana de Bienes y todos los programas que tratan de robustecer la esperanza vacilante de los pobres. Agradezco además el trabajo de los voluntarios de la sede diocesana y de las Cáritas parroquiales.

Invito a todos los fieles de la Diócesis a colaborar con nuestras Cáritas siempre, pero especialmente en estos días. En la sinagoga de Nazaret el Señor nos declara el núcleo más genuino de su mensaje cuando nos dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí: me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, para proclamar la liberación de los cautivos, devolver la vista a los ciegos y liberar a los oprimidos...” (Lc 4,18). Esta fue la tarea del Señor en su vida histórica entre nosotros y es también la tarea que quiere realizar a través de sus discípulos, que en el tiempo de la Iglesia debemos cumplir esta Escritura, siendo testigos del amor de Dios por el hombre, que de forma tan cercana y visible se hace patente en los misterios que celebramos en Navidad.

En nombre de los pobres, agradezco a los directivos, técnicos y voluntarios de Cáritas su entrega, su defensa de la dignidad de la persona humana y su servicio a los necesitados. Cuidad siempre las raíces sobrenaturales de vuestro compromiso caritativo, pues quienes se comprometen en el servicio de la caridad en la Iglesia han de ser personas movidas ante todo por el amor de Cristo, que despierta en ellos el amor al prójimo.

Para todos, especialmente para los pobres, para los socios, voluntarios y técnicos de Cáritas, mi saludo afectuoso y mi bendición.