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Votar no es una desgracia

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28 abr 2016 / 21:03 h - Actualizado: 28 abr 2016 / 21:08 h.
"Operación Mandolina","Elecciones Generales 2016"

Finalmente los padres y madres de la patria han sido incapaces de formar un gobierno. Parece que la línea mayoritaria es la de lamentarse amargamente por la incompetencia política de los antiguos y de los nuevos, de los egos de todos, de la incapacidad para poner por delante el interés general del país, o de la enorme distancia que los separa de aquellos gigantes de la política que hicieron la transición española. Seré raro pero, excepto por la prolongación innecesaria de esta calamidad que nos gobierna, tampoco creo que la repetición electoral sea un drama nacional, ni que toda la responsabilidad sea de los partidos.

Empecemos por el principio. Tenemos un sistema electoral semifraudulento, censitario de hecho, que discrimina el voto no por renta sino por territorio. Cuando echo una papeleta en la urna de mi colegio en Sevilla, un señor de Soria es como si echara 3. No le achaquen culpas al venerable D’Hondt, sino a la absurda circunscripción provincial, incompatible con un país tan desigual demográficamente. El sistema está pensado para lo que está y, cuando el bipartidismo quebró, produjo un resultado infernal, capaz de fundir el pactómetro de Ferreras. Por otro lado no mitifiquemos a los políticos de la transición, su capacidad de pactar estaba lubricada por el miedo de saberse rodeados de tipos golpistas de gatillo fácil. Y no olvidemos la responsabilidad del votante, sobre todo de aquellos que realizan el acto con las narices tapadas con pinzas. Así que, tranquilos, vamos a intentarlo de nuevo, a ver si ahora nos sale mejor. Porque la desgracia no es votar, sino quedarte en casa y que los de Soria voten por ti.