...Y San Leandro

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12 nov 2016 / 18:12 h - Actualizado: 12 nov 2016 / 18:12 h.
"Cofradías"

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Hoy la Iglesia de Sevilla celebra una fiesta especialmente importante para su historia como cabeza de la diócesis y cuna de grandes figuras del cristianismo universal. Hoy es el día de San Leandro, el hermano menos conocido de San Isidoro, cuyos restos reposan en la mismísima Catedral y al que hoy todos vemos en el escudo de la Ciudad, y en el del Sevilla Fútbol Club, y que tiene dedicadas muchas instituciones eclesiales, y una iglesia parroquial y un monasterio y una plaza y no sé cuántas cosas más. Pero sigue siendo un perfecto desconocido.

Hoy, los que se llaman Diego –como mi amigo Diego Rivera, alma mater de la hermandad rosarista de Carrión– se me quejan de que San Leandro le haya quitado el hueco al fraile bueno, al franciscano pobre que, nacido en San Nicolás del Puerto, fue adoptado con cariño por Alcalá de Henares, que lo hizo suyo como Padua compró a San Antonio en contra de Lisboa. Mañana se celebrará la fiesta de Fray Diego, pero dejemos hoy a San Leandro que, al menos por un día, deje de estar a la sombra de San Isidoro su hermano, tan brillante que toda Europa sigue estudiándolo como referente del conocimiento eclesiástico de la Edad Media.

Sin embargo, los nombres de San Leandro, Santa Rufina, San Pío o San Hermenegildo, acompañando a uno a los más famosos y conocidos, o simplemente mencionados siempre en primer lugar, han aportado mucho al conocimiento y difusión de esas figuras importantes de nuestra historia eclesial. Son quizás la punta de lanza de ese sinnúmero de sevillanos o forasteros que, aquí asentado a lo largo de tantos siglos, llevaron la bandera de la cruz y propagaron la fe allá por donde pasaban. En la Sevilla visigótica, en la medieval y en la de nuestros días, todos ellos han contribuido a mantener encendida la lámpara, cuidando que no se apagara y estando despiertos siempre.

Hoy San Leandro con su cartela «Credite o Gothes» en el cuadro de Murillo de la Sacristía Mayor de la Catedral nos sirve de ejemplo de la vida apasionada de los primeros obispos de nuestra diócesis, luchando con las imprecisiones, las divisiones y los cismas que golpearon a la Iglesia durante los primeros siglos. Poco después de su muerte, acaecida en el año 600, Sevilla se entregó a los brazos de la cultura islámica, conservando la memoria de su santo arzobispo. Hoy pienso que le debemos a San Leandro una más decidida veneración y nunca es tarde para que instituciones de todo tipo promuevan un mejor conocimiento de su figura. Y que no se quede todo en la conjunción y el sintagma nominal. Que no quede todo en decir «...Y San Leandro». ~