«Pablo de Tarso es el principal responsable de la creación del Cristo de la fe»
Entrevista con Óscar Fábrega, autor de ‘Esto no estaba en mi libro del Nuevo Testamento’ (Almuzara)
«Pablo de Tarso es el principal responsable de la creación del Cristo de la fe» / Antonio Puente Mayor
Antonio Puente Mayor
Óscar Fábrega (Almería, 1976), es un apasionado de los misterios además de un incansable buscador de la verdad y el conocimiento. Licenciado en Humanidades, amante de la filosofía y la antropología, siente especial predilección por la literatura y la historia, y desde su juventud ha desarrollado una amplia trayectoria literaria como blogger y articulista en diversos medios de la red. Autor de un gran número de libros, entre los que sobresalen ‘Prohibido excavar en este pueblo’, ‘Pongamos que hablo de Jesús’ o ‘A propósito de Poe’, desde hace años dirige, junto a Raquel Berenguel, el espacio radiofónico ‘Tempus Fugit’, de Candil Radio (Huercal de Almería).
De su faceta de historiador especializado en historia de las religiones hemos de destacar los libros ‘¿Son reales? Reliquias de Cristo’, ‘La Magdalena: verdades y mentiras’ y ‘Dios ha vuelto’, siendo su último trabajo un viaje de descubrimiento titulado ‘Esto no estaba en mi libro del Nuevo Testamento’. Publicado por la editorial Almuzara, en sus 336 páginas podremos encontrar sorprendentes curiosidades y datos poco conocidos sobre la formación de este corpus literario fundamental para la fe cristiana, al tiempo que hallamos preguntas del tipo: ¿Cuándo y por qué se separó el cristianismo del judaísmo? ¿Quiénes fueron los autores de las obras que componen este conjunto de libros? ¿Por qué todo parece girar en torno a Pablo de Tarso?
Lo primero que llama la atención de ‘Esto no estaba en mi libro del Nuevo Testamento’ es cuando explicas que el contenido del Nuevo Testamento no es el mismo para católicos que para luteranos. ¿Hasta tal punto llegó la Reforma?
Bueno, sí, aunque no hay tampoco demasiadas diferencias. Lutero, en una traducción que realizó en 1522, conocida como la Biblia de Septiembre, incluyó las 27 obras del Nuevo Testamento católico, pero hizo algo muy curioso: ubicó la epístola a los Hebreos, la de Jacobo y la de Judas, así como el Apocalipsis, al final, en una suerte de apéndice, con lo que dejaba claro que tenía serias dudas sobre estos escritos. Hay que tener en cuenta que Lutero opinaba que los otros textos había sido divinamente inspirados, pero también pensaba que estos cuatro, en cambio, no.
¿Cuándo se decide qué libros deben figurar en el canon?
Oficialmente, no se decidió hasta el Concilio de Trento, que se celebró entre 1545 y 1563, precisamente en plena Contrarreforma. Pero en realidad nunca hizo falta hacerlo de forma oficial, ya que la tradición, que se fue construyendo duranta la segunda mitad del siglo I y la primera del siglo II, pronto llegó a aceptar un canon que incluía la mayoría de las obras del Nuevo Testamento. Las dudosas, precisamente, eran las que Lutero no veía con buenos ojos. De hecho, la lista canónica más antigua que se conserva, el famoso Fragmento de Muratori, del año 175, incluía casi todos los textos, excepto la tercera carta de Juan, las dos de Pedro, Jacobo, Judas y Hebreos; pero aceptaba como canónicos El pastor de Hermas, el Libro de la Sabiduría de Salomón (una obra judía del siglo I a. C. que forma parte del canon católico del Antiguo Testamento) y el Apocalipsis de Pedro.
Sorprende comprobar las divergencias existentes entre los textos de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. ¿A qué obedece?
A que son fruto de comunidades distintas que tenían ideas bien diferentes sobre quién fue Jesús y qué hizo. Además, hay que tener en cuenta que los evangelios de Mateo y Lucas vienen a ser unas versiones extendidas del evangelio más antiguo, el de Marcos; y no solo eso, pues en estas obras se corrigen y solucionan multitud de problemas teológicos que ese primer texto puso sobre la mesa y que pusieron en aprietos a las comunidades en las que se escribieron, que tenían una cristología bastante diferente. Y luego está el evangelio de Juan, problemático y controvertido, ya que no existe un consenso académico sobre si es una evolución mucho más filosófica y literaria construida a partir de los textos anteriores o si procede de una fuente primigenia desconocida, lo que explicaría la extraordinaria cantidad de diferencias que podemos encontrar, que, para algunos estudiosos, serían simples añadidos apologéticos del propio autor. Yo discrepo de esto, aunque sería muy largo explicarlo.
¿Qué es el ‘documento Q’?
Un texto hipotético que debió existir, aunque no existe la más mínima evidencia y pese a que no fue mencionado por ninguno de los Padres Apostólicos ni de los Padres de la Iglesia, los primeros estudiosos cristianos, casi todos del siglo II. Pero sabemos que existió porque solo así se explicaría una anomalía: como comenté anteriormente, Lucas y Mateo son versiones ampliadas de Marcos; pero esas ampliaciones, en gran parte, son dichos y
parábolas de Jesús que aparecen exactamente igual en ambos textos, lo que implica que sus autores debieron usar una segunda fuente, además de Marcos, que contenía estos dichos.
¿Hasta qué punto son importantes las Cartas atribuidas a ciertos apóstoles? Tú afirmas que el conjunto resulta «algo heterodoxo»...
Son importantísimas para entender lo que pasó cuando se fueron al traste las esperanzas de los primeros cristianos, convencidos de que la segunda venida de Jesús y la llegada del Reino de Dios estaba al caer. Esto sucedería, pero ya no parecía ser algo urgente, ya no existía el sentido de emergencia que mostró Pablo en sus cartas. Así que tocaba organizarse y establecer poco a poco una ortodoxia. Pero, del mismo modo que existían distintas cristologías, presentes muchas de ellas en el Nuevo Testamento, existían distintas formas de entender lo que había que hacer para conseguir la salvación y preparar todo para cuando llegase el momento. Así, por ejemplo, podemos encontrar algunos ataques velados a las ideas de Pablo de Tarso, o creencias que posteriormente fueron consideradas como heréticas. Es toda una sorpresa leer el Nuevo Testamento desde esta perspectiva.
Una de las sorpresas de ‘Esto no estaba en mi libro del Nuevo Testamento’ es la referencia a la secta de los mandeos. ¿Quiénes fueron exactamente?
Un curioso movimiento religioso que se desarrolló en el norte de las actuales Siria e Irak y al sur de Turquía, con mucho de gnóstico, pero que destacaba, entre otras cosas, por considerar que el verdadero mesías fue Juan el Bautista y que Jesús, al que calificaban en sus escritos como el «romano», fue un traidor. Aún existen, aunque han sido diezmados a lo largo de los siglos, y especialmente perseguidos en estos últimos años por los fundamentalistas islámicos.
Además de la Basílica del Santo Sepulcro, existen dos candidatas a ser la verdadera tumba de Jesús...
¡Existen muchas más! En la propia Jerusalén existe otro lugar que para muchos protestantes es el sitio en el que estaba la tumba de José de Arimatea. Pero también existen muchas leyendas, casi todas modernas, que ubican el lugar donde reposan los restos mortales de Jesús —según estas historias, no ascendió a los cielos— en sitios tan dispares como Cachemira, Japón o una cuneta en el sur de Francia, en el corazón del Languedoc.
Precisamente en tu libro mencionas historias que sitúan a Jesús de Nazaret en la India y Japón. ¿Qué opinión te merecen?
En pocas palabras, y tras haber estudiado en profundidad ambas propuestas, puedo decir que son estafas orquestadas con fines económicos y sin el más mínimo sentido.
La tercera parte de tu obra tiene como protagonista a Pablo de Tarso. ¿Por qué sabemos tan poco de él?
Bueno, sabemos muy poco, pero en realidad es, posiblemente, el personaje del Nuevo Testamento sobre el que más sabemos. No en vano, fue esencial en el nacimiento del cristianismo como una nueva religión separada del judaísmo, aunque también es el principal responsable del comienzo del olvido del Jesús de la historia y la creación del Cristo de la fe. Eso sí, es un personaje fascinante, complejo, poliédrico y muy interesante. Parafraseándole, los cristianos deberían decir: «Sin Pablo, vana es nuestra fe».
De toda la investigación realizada para este libro, ¿con qué te quedas?
Con el papel, omitido y ninguneado, de las mujeres en todo este lío, especialmente María Magdalena. Sin entrar en mucho detalle, ubiquémonos en el huerto de Getsemaní la noche en la que Jesús fue apresado. Todos los evangelios coinciden en narrar que los discípulos varones huyeron. Sin embargo, conocemos lo que pasó después tanto en la cruz, como durante el entierro de Jesús, como al tercer día, cuando supuestamente resucitó. ¿Cómo podemos conocer esto si los discípulos habían huido? Por las mujeres, con la Magdalena a la cabeza. Ellos fueron testigos de excepción de los momentos más importantes, al menos desde un punto de vista paulino, de la vida de Jesús. Pero esto es más trascendental de lo que parece. ¿Por qué? Una pista: las mujeres, en aquella época, en el mundo judío, no podían ser ni siquiera testigos en un juicio... Sin embargo, aquí lo fueron...
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