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El Ajolí: Donde se desborda la devoción

El grueso de hermandades sevillanas ya se encuentra en la aldea tras cruzar el Ajolí.

el 10 jun 2011 / 19:03 h.

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El Simpecado de la hermandad de Benacazón, arropado por cientos de romeros, pasa el emblemático puente del Ajolí, una de las entradas a la aldea almonteña.

La puerta que lleva a Ella. El puente de la alegría, de los abrazos, de las salves, de las sevillanas, de los bailes. Quienes pisan sus tablas reciben las primeras brisas de la Marisma, signo inequívoco de que Ella está cerca. Para las hermandades sevillanas, el Ajolí es mucho más que un arroyo o un puente de tablas que delimita los términos de Hinojos y Almonte. Es el final de un camino que comenzó hace días en sus casas y que termina ahora, agarrados a la reja de la ermita del Rocío.

Sevilla Sur fue la primera en alcanzar ayer este puerto rociero. Al despuntar el alba, el Simpecado con el bordado de la Plaza de España fondeaba en sus aguas. Ante él, una marea de romeros, enharinados de los pies a la cabeza, daba gracias con el canto de la salve tras haber culminado felizmente el camino: "Ha sido muy especial. Cumplimos 25 años y Sevilla entera viene con nosotros en esa Medalla de la Ciudad que lleva prendida el Simpecado", reconocía su hermano mayor, Juan Perea.

El goteo de Simpecados y peregrinos fue constante. Sin dar tregua fueron llegando la mayoría de las filiales sevillanas (una treintena). No hubo respiro. Ni porque fuera mediodía y rugiera el estómago.

Pasadas las dos de la tarde asomaba la carreta de Gelves por los eucaliptos que coronan la orilla. Muchos se habían encaramado a la barandilla del puente para no perder detalle. "Ha sido un camino muy fresquito y muy bueno. Estupendo", resumía Maribel, que insistía en lo que venían pregonando los remolques de la comitiva gelveña:"Estamos de aniversario. Celebramos 25 años". Motivo más que sumar a la alegría de quienes ya empezaban a vislumbrar los blancos arenales de la aldea.

Una bandada de nubes blancas dejaba un sol y sombra muy agradecido. También para los caballos y bestias que bebían en aquellas aguas, algo más caudalosas de lo habitual por las intensas lluvias del invierno. La pólvora que anunciaba su llegada había ensordecido. Benacazón se plantaba en silencio en lo alto de la pasarela. En la delantera de la carreta blanca, un cohete pequeño anudado con un lazo negro en recuerdo a Manuel, el cohetero de la hermandad, fallecido hace ahora un año en el trágico accidente de la pirotecnia Virgen de las Nieves que se cobró la vida de cinco vecinos.

Su recuerdo estuvo más que presente en los vítores de un emocionado hermano mayor. Cayetano Castillo y su esposa Rosario Perejón celebraban sus bodas de plata llevando a la hermandad:"Es por muchas promesas de males familiares, que finalmente han salido bien", confesaba Rosario, que no podía contener las lágrimas al saber que pronto vería a la Blanca Paloma: "Es un momento muy esperado".

Era hora de almorzar y buscar la sombra entre la arboleda de las márgenes, pero el puente volvía a llenarse. Ahora con Coria del Río. El caudal del Ajolí seguía arribando más y más romeros.

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