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El vendaval está en el palco

El ex futbolista bético, uno de los grandes símbolos del club, es ahora presidente por orden judicial.

el 25 dic 2010 / 18:50 h.

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A Rafa Gordillo se le debió de poner la carne de gallina el pasado miércoles, cuando la afición bética volvió a corear su nombre, aunque esta vez él no estaba en la hierba sino en la grada. La presencia del Gordo en el palco del Benito Villamarín es el símbolo de una nueva era que se acaba de iniciar en el Real Betis Balompié.

Y qué mejor símbolo que Gordillo para devolver a los béticos la ilusión que habían perdido en unos últimos años indignos para la institución, que atraviesa por una situación económica extremadamente crítica. "¡Y no pueden con él, y no pueden con él¡". Y es que con el Betis tampoco hay quien pueda, como no podían los rivales con Gordillo, ese vendaval imparable, con las medias caídas, en su época de jugador.

Hoy es presidente. Quién se lo iba a decir a ese canijo del Polígono, que en enero de 1977 debutaba con el primer equipo verdiblanco, sustituyendo nada menos que a Don Julio Cardeñosa en un partido contra el Burgos de Juan Gómez ‘Juanito' -luego compañero suyo inseparable en el Madrid- que entrenaba el francés Marcel Domingo, que un lustro después dirigiría al propio Gordillo en el Betis y que hace un par de semanas nos dejó para siempre.

Entre su debut con el Betis aquel 30 de enero de 1977 y su último partido oficial, jugado en el Villamarín ante el Tenerife el 23 de abril de 1995 (al que los béticos ganaron 3-0, un calco del 0-3 del pasado sábado en su debut como presidente) pasaron 19 temporadas que repartió del siguiente modo: doce con el Betis (nueve en Primera) y siete con el Real Madrid, al que llegó en 1985 para ganar cinco Ligas seguidas con la Quinta del Buitre y hacerse un hueco grande en la historia del club merengue, el mejor equipo del Siglo XX.

Gordillo formó parte de uno de los mejores equipos que ha tenido el Betis en la historia, el que ganó la I Copa del Rey en 1977, aunque él la tuvo que saborear desde la banda porque antes de debutar con el primer equipo ya había jugado esa competicion con el filial, donde Esteban Areta lo alineaba preferentemente de extremo o interior zurdo.

Rafael Iriondo lo vio claro desde el principio y lo hizo jugar de lateral, con terreno por delante para explotar su potente zancada y porque necesitaba un recambio para Cobo, al que ya usaba de central. Y encontró al mejor lateral zurdo de la historia del fútbol español, un futbolista desgarbado (La Pantera Rosa le llamaban de chico en el Polígono por sus hechuras), con una potencia descomunal y una técnica que fue puliendo con el tiempo para gozo y disfrute de la afición bética principalmente (y de Hugo Sánchez, que le debe más de un pichichi por sus asistencias): sus mejores años los dio aquí, 59 de sus 75 partidos como internacional (dos Mundiales y tres Eurocopas) los jugó como bético, incluido aquel memorabale 12-1 a Malta de diciembre de 1983, en el que a Rafael le anularon injustamente el 13-1 por un fuera de juego que luego se demostró que no fue tal. El árbitro, que se quiso compadecer del atribulado portero maltés Bonello.

En 1985 se fue al Real Madrid, que pagó al Betis más de 125 millones de pesetas pese a que Gordillo quedaba libre tras abolirse el derecho de retención. No llegó a un acuerdo con Retamero para renovar y tuvo que denunciar al club de sus amores para reclamar los porcentajes del traspaso que le correspondían. A Madrid se fue con sus padres, su señora, sus hijas, algún hermano y varios sobrinos, pues en la mesa del canijo los cubiertos siempre fueron numerosos. Los primeros días en la capital contrató a un taxista para que le guiara (él iba con su coche detrás, para no perderse) desde su chalet en Majadahonda a la Ciudad Deportiva donde luego hizo los rascacielos Florentino Pérez.

Tras ganar cinco ligas seguidas, una Copa de la UEFA -en la Copa de Europa cayó tres veces seguidas en semifinales ante Bayern, PSV y Milan- y una Copa del Rey (con gol suyo al Valladolid en la final de 1989, 1-0), Gordillo regresó al Betis en 1992, en plena Expo, para prestar su penúltimo servicio al Real Betis, al que ayudó a subir dos años después en aquel recordado ascenso de Burgos, en 1994, ya con Lopera de presidente y Serra Ferrer de entrenador.

Del Betis se marchó al acabar la temporada 1994/95, con el equipo en Europa, y recibió un partido homenaje tras el que fichó por el Écija, donde había jugado su padre y no pudo reprimir el gusanillo. En la 2000/01 volvió al Betis y formó parte de la secretaría técnica, junto a Faruk Hadzibegic y Antonio Reyes, la temporada del último ascenso, y ahora ha sido reclutado por la juez Mercedes Alaya para tratar de reunificar al beticismo tras la guerra civil desatada en los últimos tiempos. La inmensa mayoría de los béticos está con él. Y el Betis vuelve a ser Betis.

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