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“Hay obras en las que aplaudir debería ser considerado delito”

Javier Perianes es pianista y artista residente en el Teatro Maestranza.

el 02 may 2013 / 23:33 h.

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J.M. Espino (Atese) J.M. Espino (Atese) Primer artista en residencia en el Teatro de la Maestranza, el pianista Javier Perianes (Nerva, 1978) tiene por delante el domingo –a las 20.30 horas en el coliseo– uno de los ‘más difícil todavía’ de su carrera: hacer frente en una sola sesión a tres Sonatas de Beethoven (las números 90, 31 y 12) y una selección de piezas de Mendelssohn (las Variaciones serias y las Canciones sin palabras). Un titánico maratón de teclas blancas y negras que el más internacional de los intérpretes españoles afronta como si fuera su personal “escalada al Everest”. Seguro de conquistarlo, Perianes hace avanzar su carrera asentado como un imprescindible nombre del universo clásico. –Su repertorio se amplía cada vez más y las obras que abarca habitúan a ser las más esenciales de los compositores que aborda. ¿Qué les lleva a ellas? –Me gustaría contestar a su pregunta pero, en este exacto momento, sólo pienso en los compositores que tengo por delante. Esos son los más especiales ahora mismo.Y en el caso que nos ocupa, dada la cercanía del recital del domingo, estos son Beethoven y Mendelssohn. Creo que es un programa, extenso e intenso, muy bien construido. En la Sonata Op.90 de Beethoven hay rastro de las Canciones sin palabras de Mendelssohn, luego llega la Op. 110, gran catedral del pianismo beethoveniano. –Pese a la enormidad del recital seguro que hay quien se pregunta por la propina que dará... –¡En estos momentos es lo último en lo que pienso! Cuando comience a bajar de la cima me lo plantearé. Sinceramente, no se qué ‘bis’ daré porque el ‘bis’ responde siempre a un estado de ánimo. Y hay obras con las que no es posible ofrecer nada más después, pienso en las Variaciones Goldberg de Bach. ¿Qué tocar después de esto? Hay obras monumentales que no requieren propina. Y ya le adelanto que cuando en el mes de julio próximo interprete la integral de Conciertos de Beethoven no tocaré nada más. –Sobran propinas y ¿no le sobran al intérprete tantos aplausos con los que se les agasaja? –Se agradecen, ¡claro! pero sí, sí, haría falta una mayor cultura del silencio. Cuando interpreto la última Sonata de Schubert o la Op. 111 de Beethoven pienso para mis adentros:“Ojalá dejara de tocar y nadie aplaudiera”. ¡Pero no puedo salir al escenario con una mordaza para el público”. Hay obras en las que el aplauso debería ser considerado un delito. No en todos los sitios pasa igual, claro. Cuando toco en Japón el silencio es sepulcral, hasta me escucho a mí mismo respirar. Creo que desliar un caramelo allí debe estar penado con cárcel o algo así. –A menudo en las críticas le adjudican adjetivos como“dulce, intimista, cuidadoso”. ¿Es tan suave como lo retratan? –¡No sé! Habría que preguntarle a mi mujer. No tengo ni idea de cómo soy y prefiero que me lo digan los demás. Demasiado tengo con aguantarme todos los días. De antemano yo no voy ni de dulce ni de violento. Pero lo que jamás hago es faltar al deseo del compositor; quienes a menudo deslizan juicios un tanto apresurados deberían poder seguir una interpretación con la partitura para saber qué es objetivo y qué responde líbremente a una expresión temperamental. –En el debe tiene grabar un disco con la Sinfónica de Sevilla... –Me encantaría, pero en ello hay condicionamientos que yo no puedo controlar. Quisiera grabar cualquier cosa con ellos. Porque la ROSSpuede hacer lo que quiera. Y preferiría grabar, por poner, Brahms a Falla. Libro una batalla personal con este tema; en España tenemos un nivel tan bueno que podemos tocar lo que que nos apetezca, sea Beethoven, Grieg o Blasco de Nebra. –¿Pasó el tiempo en que le exigían un mayor compromiso con la música contemporánea? –Nunca he sido un adalid de la modernidad. Siempre he tocado lo que me ha parecido interesante. Creo que el nivel de la composición en España es alto pero no soy yo el músico más indicado para hablarle de este tema. En verano estrenaré una obra de José Zárate. Hace unos días me llamaron de la Orquesta de Atlanta para tocar con ellos. Me hubiera gustado hacer con ellos música de Johm Adams, pero me pidieron el Concierto de Schumann. ¡Qué le vamos a hacer si yo estoy encantado de tocar a Schumann!Creo que es más un problema de condicionamiento, los programadores me ubican mejor ante un repertorio clásico-romántico. –¿Le queda tiempo en su agenda para abordar la interpretación en instrumentos históricos y la música popular? –Me pide usted demasiado. No, no tengo tiempo. He probado instrumentos de época y son muy interesantes, pero requieren un entrenamiento, una dedicación. Y mis compromisos no me permiten la pausa que esto exigiría. De momento no los contemplo en el horizonte. Tampoco creo que de aquí a una distancia prudencial de tiempo me vea tocando repertorio popular. No, no me siento yo haciendo al piano Ojos verdes. No me han formado en eso. ¿Que pueda darse en el futuro? No lo sé, para qué negárselo. Pero no hay nada organizado.

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