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Fanáticos de la cucaña

El tradicional juego reunió ayer a decenas de jóvenes en la calle Betis, entre las miradas de turistas y la devoción al madero de la gente del barrio. En el Castillo de San Jorge se rindió homenaje a la cantaora Gracia de Triana.

el 22 jul 2014 / 20:57 h.

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Cucana02Hay algo muy primitivo en la cucaña. Como en toda tradición que se perpetúa, y esta tiene sus orígenes en el Nápoles del siglo XVI, quienes año tras año siguen haciendo equilibrios por el palo ensebado lo hacen, tal vez inconscientemente, con el firme propósito de que cada mes de julio la cucaña vuelva al río Guadalquivir. Apostados en la calle Betis observábamos ayer cómo los turistas no dedicaban más de tres minutos y dos fotos a despachar esta tradición de la Velá. El juego queda más entre lugareños. Puede que su simpleza no cautive como el baile de una soleá, pero el contemplar la procesión de concursantes que caen sistemáticamente al agua en medio de inesperadas piruetas ejerce una especial atracción en muchos oriundos.

«Quien no se ha subido una vez en la cucaña ni es trianero ni es ná», opinaba ayer Jacinto, con residencia en la calle homónima y fiel escudero del sentir del arrabal. «Cuando era joven gané siete cucañas consecutivas», explicaba rememorando quizá con inocente inexactitud sus hazañas sobre el palo. Ayer, el juego comenzó sobre las seis y media y se extendió hasta pasadas las ocho de la tarde. El Corte Inglés, el Mercado de Triana, el Restaurante Remesal e Ikea ofrecían vales de 30 euros a los afortunados que lograban hacerse con el banderín. Alrededor de una decena lo intentaban cada vez hasta que uno lo conseguía. Por regla general, cuantas más posturitas hacía el postulante antes de lanzarse por el resbaloso palo, antes daba de bruces en el agua.

«La clave es no calibrar mucho, ni plantearse casi cómo poner los pies, ni mucho menos ir despacio; hay que ir a toda prisa, sin pensarlo; así se tiene más posibilidad de lograr el banderín, pero también más papeletas para llevarse un buen coscorrón en la caída», argumentaba con precisión Manuel, papá que ayer llevó un tanto a regañadientes a Manuel Jr. al evento: «No le apetece mucho pero yo le he dicho que una vez que pruebe le gustará, y si gana puede comprarse la camiseta de Adidas en ElCorte Inglés», razón de más esta última para que el joven, en plena ebullición adolescente (ya se sabe, con el móvil como extensión natural de la mano) se decidiera a poner su granito de arena para el porvenir de la cucaña. No lo logró. Jorge, de Pino Montano, sí que lo consiguió. «Voy a invitar a toda la pandilla a cenar esta noche», decía. Y viendo a su nutrida cuadrilla opinamos que tocarían a bigote de gamba por cabeza.

Triana universal, dicen. Por eso seguramente ayer había no menos de 10 jóvenes latinoamericanos encaramados al madero. Otro, Oliver, de Oruro (Bolivia), vendía botellitas de agua como quien no quiere la cosa, en modo camuflaje. Aunque por poco estuvo a punto de ofrecerle una al delegado del distrito Triana,Curro Pérez, que también se apostó en el muelle para disfrutar de un juego que no necesita de llamadas en la red social para alcanzar un aforo más que completo.

No solo hubo cucaña ayer en la Velá. A media tarde las casetas vendían «los mojitos más baratos y deliciosos de toda Sevilla», según un achispado catador en la caseta de Izquierda Unida. Mientras, en el Café de la Prensa, un alemán leía ensimismado y ajeno a la verbena el Ulises de Joyce. Solo nos faltó comprobar si para más choque con la postal que le circundaba escuchaba a Stravinsky en el ipod. A pocos metros, en el interior del Castillo de San Jorge, se rendía homenaje a Gracia de Triana, también conocida como La Calentito. Allí, diversos especialistas glosaron a quien más popularizó la copla aflamencada.

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