Un Martes Santo tan desdichado como previsible

Tras la temprana cancelación de la estación de penitencia por parte de los hermanos del Cerro, muchos soñaron con que la jornada pudiese arreglarse a medida que pasaran las horas. Sin embargo, a las ocho de la tarde, la Carrera Oficial hubo de resignarse a no recibir cofradías

12 abr 2022 / 20:57 h - Actualizado: 13 abr 2022 / 07:56 h.
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Los pronósticos no fallaron. Quienes soñaban con un milagro que pudiese evitar un Martes Santo sin cofradías en la calle, pronto se dieron de bruces con la realidad. Desde hacía varios días, los partes apuntaban a una jornada difícil en lo meteorológico, con tantos por ciento de posibilidades de lluvia inasumibles para cualquier hermandad; algo que se iría reafirmando a partir del Domingo de Ramos, y que, poco a poco, los cofrades tuvieron que asimilar con todo el dolor de su corazón.

La primera cofradía en confirmar lo que muchos intuíamos fue la del Cerro, que antes de las once y media de la mañana, y cuando su Cruz de Guía debía encontrarse apostada a las puertas de la parroquia de los Dolores, anunciaba por sus canales oficiales, y «con mucha tristeza», que «ante las predicciones meteorológicas», habían decidido no realizar la estación de penitencia. Rápidamente, las redes se llenaron de mensajes de apoyo por parte de hermanos y devotos, quienes destacaron la «valentía» de la junta de gobierno para, después de tres años sin pisar las calles del barrio, tomar una decisión tan «lógica». Otros alegaban que detrás de la «difícil» decisión estaban las múltiples críticas vertidas el día anterior contra los responsables de las hermandades que se habían echado a la calle pese a los malos augurios —algo que desembocó en un Lunes Santo destrozado a partir de las nueve de la noche—. De un modo u otro, la lluvia vino a «facilitarles» la decisión a los hermanos del Cerro, ya que, en el momento de reunirse en Cabildo de Oficiales, el barrio se hallaba repleto de paraguas, por lo que ya solo restaba despedir a los miembros del cortejo y dar paso a quienes deseasen rezar ante los Sagrados Titulares.

La Calzada se quedó sin su «gran fiesta»

Algo similar ocurrió a las puertas de San Esteban, hermandad que este Martes Santo retrasaba su horario de salida respecto a 2019 y recuperaba a la Agrupación Musical Virgen de los Reyes tras el paso del Señor de la Salud y Buen Viaje. Músicos que no pudieron estrenarse en el retorno a la que fuese su casa durante muchos años, y que tuvieron que contemplar cómo los nazarenos de celeste y crema debían abandonar la iglesia tras anunciarse que no se saldría —este año, pese a las ganas, las lágrimas fueron de menor consideración, ya que muchos de ellos lo traían asumido desde casa—.

La misma suerte corrieron los hermanos de San Benito, cuya junta de gobierno hizo pública la cancelación de su día grande minutos antes que la de San Esteban. Eran las cuatro en punto de la tarde, la hora inmortalizada por Pascual González en su legendario tema ‘El puente te está esperando’, pero esta vez la Calzada se quedó sin su «gran fiesta», y Pilatos hubo de entregar a Jesús en el interior del templo, en lugar de hacerlo en su barrio. Miradas de resignación entre el capataz Juan Antonio Gil García, que se estrenaba en el misterio, y los costaleros de la Presentación al Pueblo; lo mismo que entre los acólitos, los múltiples voluntarios y el resto de componentes del cortejo. A esa misma hora, la Virgen de la Candelaria soñaba con su salida extraordinaria de diciembre, aquella que sirvió para dar aliento a miles de cofrades ávidos de su presencia en las calles. Esta vez no pudo ser, y al tiempo que los diputados se despedían de sus hermanos de tramo, San Nicolás se preparaba para recibir a todos aquellos que ansiaban ver los pasos de la cofradía, preciosos como cada Martes Santo. Apenas había arrancado la jornada y la Carrera Oficial ya había perdido a cuatro de sus hermandades.

Un mensaje del arzobispo

De ahí que las palabras del arzobispo José Ángel Saiz Meneses, al filo de las siete de la tarde, sirviesen para consolar en parte a todos esos miles de cofrades que habían vistos frustrados sus deseos de acompañar a sus imágenes devocionales hasta la Catedral. El mensaje decía así: «Queridas Hermandades de Lunes y Martes Santo. Siento mucho que no podáis procesionar a causa de la lluvia. Pero todo el cariño y el fervor que habéis puesto preparando este momento no cae en el vacío. Nuestro Señor y María Santísima lo acogen con amor y valoran vuestro sacrificio». Y es que, al tiempo que monseñor hacía públicas sus palabras vía Twitter, la hermandad de Los Estudiantes anunciaba una obviedad: que el Señor de la Buena Muerte y María Santísima de la Angustia no serían admirados por los sevillanos y foráneos durante su hermoso recorrido por la Plaza del Triunfo, y que, en consecuencia, la cuadrilla de costaleros debería conmemorar los cincuenta años de su fundación en el breve traslado de regreso hasta la capilla —este quedó fijado a las 13:30 horas del Miércoles Santo—.

Tampoco hubo sorpresas en el resto de hermandades del día, las cuales, al conocer el parte que la AEMET había difundido pasadas las seis de la tarde —el porcentaje de lluvia hasta las 21 horas era de un 90%, y hasta las diez del 80%—, tuviesen claro que la jornada no tenía arreglo. Por eso, a muy pocos sorprendió que, sin plantearse siquiera pedir prórrogas, el Dulce Nombre —que este año adelantaba su entrada diez minutos—, cancelase su estación de penitencia tras la de los Estudiantes, algo a lo que se sumó los Javieres, a las 19:30 horas —su hermano mayor «deslizó» ante los medios que, pese a conmemorarse el 75 aniversario del Cristo de las Almas, la decisión había sido tomada «de antes»—, y por último Santa Cruz, cuya Virgen de los Dolores debía haber surcado Mateos Gago tras su excelente restauración, pero cuya belleza se quedó a buen recaudo en la iglesia del antiguo convento del Espíritu Santo —la noticia de que la cofradía no salía se comunicó a las 20:05 horas—.

En consecuencia, a las ocho y ocho de la tarde, cuando aún no había comenzado siquiera a anochecer, quienes nos encontrábamos en el entorno de la calle Sierpes comenzamos a escuchar el característico ruido de las sillas al cerrarse, dando por finiquitada una jornada que, con la tromba de agua caída a partir de las nueve, terminó con más pena que gloria.