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Actualizado: 29 ene 2021 / 07:48 h.
  • Andalucía Viva
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#Infraganti no obvia actualizar al siglo XXI la picaresca hispalense del medievo. El timo es quitar o hurtar con engaño. El verbo engañar se proyecta aquí hacia alguien con promesas o esperanzas según el diccionario de RAE. El inolvidable experto y cronista Enrique Rubio creó la Timoteca Nacional donde faltan pocos fraudes.

Esa Timoteca la heredó y amplió su sobrino-nieto Tomás Sastre Rubio según una magnífica entrevista Rosa Cárcela, Doctora en Ciencias de la Información y Autora del único Manual del Periodismo de Sucesos publicado https://idus.us.es/handle/11441/66562 amén de ser colaboradora de este CORREO DE ANDALUCÍA, periódico decano hispalense.

Hoy intentaremos describir una variante de un clásico ‘Timo del Nazareno’, no menos benigno. Sus víctimas cada vez están ‘más alerta’ por las ruinas que causa, aunque intentos los hay. Como las meigas gallegas. Los devastadores efectos del Covid-19 ayudan a que el ‘Timo del Adelanto’, por llamarlo de alguna forma, arrase en las cuentas de fallidos entre autónomos, pymes y profesionales libres fundamentalmente.

El ‘Timo del Nazareno’ es un fraude conocido. Se dirige hacia proveedores de productos con fácil ‘salida’ en el mercado y que tengan cauces al margen de fiscalidad. Es decir, en el ‘mercado negro’. Nos referimos a pequeños electrodomésticos, bebidas alcohólicas, alimentos, material de construcción, pequeña maquinaria, bisutería, etc.....

La operativa del timo comienza con el actor (Nazareno) ganándose la confianza del proveedor pagando pequeños pedidos rápidamente. Oferta quien engañará solvencia y aporta para avalarla lo que se le pida, aunque sea falso. La puesta en escena incluye uso continuo de móvil, reloj, ropa y auto de alta gama. Las actrices femeninas usan ropa de marca, recalcan su físico y lo que más pueda subyugar a sus víctimas. Armas, malas, de mujer.

Cuando se ha ganado la confianza en la presa, se realiza una compra que multiplica las anteriores y se paga a crédito (pagarés, cheque, domiciliación bancaria...). El Nazareno revende a la baja la mercancía timada, y desaparece. Y turno al próximo ‘julay’ o tonto/a que se preste. Las víctimas tardan en reaccionar. El impago llega tras haberse esfumado cualquier rastro del Nazareno. Este usa testaferros, insolventes, ex presidiarios..

Vistos los mimbres del Nazareno, que arruinó muchos mayoristas, distribuidoras, pymes y autónomos con plantilla entraremos en el Timo del Adelanto. Su protagonista es quien pide, contrata y paga una cantidad ínfima con respecto al mayúsculo beneficio que obtiene. Las víctimas en su mayoría suelen ser invisibles. Es decir, les avergüenza demandar lo timado, les humilla relatar lo sufrido o les cuesta reembolsar lo sustraído. Sin más preámbulo trazaremos perfiles segmentados de este fraude. Se intenta ser didáctico para evitar que los malos ganen la batalla a los buenos:

VÍCTIMAS: Comerciantes, pymes, profesionales, autónomos con o sin plantilla son quienes más habitualmente eligen quienes acostumbran al timar por el sistema del ‘Adelanto’, por ser gráficos. El número de victimismo es ahora alto por la crisis del Covid-19 que cierra negocios, clausura bares y agoniza al pequeño y mediano empresario. La lucha por encontrar cliente, prestar servicios que palíen huecos laborales y desprenderse de mercancía de difícil venta hacen lo propio para que alguien pertrechado con la etiqueta de timador contacte con su presa. Las presas del timador suelen ser fáciles de identificar y abordar.

TIMADORES: Aunque resulte poco creíble, el actor o la actriz ensaya su historia antes de ponerla en práctica. Hay, para tan innobles fines, modalidades de ‘cuento largo’ y ‘cuento corto’. Ambas sirven para relatar el objeto del timo. El ‘largo’ deja al albur del futuro ciertos interrogantes que abre la labia del timador. El ‘corto’, sin embargo, es más pragmático, más prosaico. Usa la inmediatez, la urgencia, como elemento que seda a la víctima. Suele ver algún dinero a ganar sobre la nebulosa de una apetitosa factura. Quienes culminan el timo juegan al cabo con la codicia de sus interlocutores. Los que ponen en escena el ‘Adelanto’ son timadores con tablas. Su fraude no les resuelve el futuro, pero sí les arregla una situación difícil. Este es un timo instrumental, no finalista. Quienes se benefician del mismo no buscan arruinar o engañar gravemente a su víctima, sólo salir de algún entuerto privado. Hablamos de un sablazo o mangazo circunstancial que difícilmente prospera en juzgados y aburre en tertulias sobre maldades humanas. O donde se proyectan infamias artificiosas o alardeos de narcisistas. El mayor daño, además del dinerario, pérdida de mercancías y de tiempo es el devastador efecto que hace al orgullo del timado.

Al prurito y autoestima personal de quien con frialdad observa que ‘todo era mentira’ desde un principio y tiene el síndrome del cornudo: es el último en enterarse de su condición de víctima. Por último, añadir que los timadores son miserables cuya única aspiración es no pagar lo que debe, contrató o aplazó con excusas. Como están expuestos a reclamación, demanda judicial o la ira privada de la víctima tienen lista una especie de ‘plataforma de respuesta’: varios domicilios ficticios, correos y teléfonos jamás atendidos, insolvencia de profesionales. Algunos timadores, muy pocos, acaban pidiendo perdón sin pagar nada de lo contratado.

OPERATIVA: Intentaremos ser gráficos. A un profesional, mayorista o distribuidor le llega propuesta de pedido, encargo o contrato que con cierta celeridad precisa ser atendido. La mise-en-place (puesta en escena) suele ser creíble, es decir, buena vestimenta, alta gama, algo de pena y sentirse víctima de algo o relatar una probable injusticia. Todo eso ayuda a conectar sinergias con la víctima, la empatía con la situación y sustanciar la buena fe que tiene cualquier bienintencionado, en este caso la víctima.

Tras ganar confianza, como en el Nazareno, se firma algo, se paga algo o se promete todo. Depende de la piedad que halle el timador en su víctima.

El encargo, pedido, o contrato ha merecido al objeto de avalar la historia un ‘Adelanto’, de ahí el nombre del timo que diseccionamos. Esa provisión debe decirse que está calculada por quien tima. Representa una ínfima parte de lo que se pretende defraudar. No va más allá del 10% o 20%. Ese dato dimensiona la estafa llamémosle privada que se opera.

Cuando la víctima presenta resultados, entrega mercancía, completa el contrato, aparecen varias situaciones ‘inesperadas’. Todas carecen de cualquier prueba o sustento legal. Las detallamos:

-Se piden más cosas de las concertadas. Jamás se pagarán sobrecostes

-Aparecen excusas de ‘moroso’ para el impago, de mala praxis o de calidad

-Se invoca lo ínfimo del producto o servicio, su inutilidad o su inviabilidad

-Una vez recibido el producto o servicio reina el silencio

La víctima queda desconcertada ante tan llamativa respuesta. No establece que el producto o servicio pactado y pagado en ínfima parte ha sido servido o prestado en su totalidad y lo que se excusa para el impago son meras tácticas dilatorias que hacen ganar tiempo al ‘malo’. Además, las respuestas -si las hay- de quien tima buscan siempre saltar del foco a lo irrelevante. Es decir, si se le cuestiona por alguna forma de solventar el conflicto bloquea algún móvil, no responde correos o dilata la respuesta hasta el ninguneo. Lo principal: pagar o comprometerse a ello, no toca.

La víctima al final lo tiene crudo. El tiempo perdido entre trabajar lo legítimo y cobrar por lo honesto sería perdido. No hay alternativas con verdaderos profesionales curtidos. Este timo, además, hace que la víctima a veces se olvide de todo. Porque sigue con el negocio y sitúa el impago en la cuenta de fallidos, aunque el bochorno por lo padecido es difícil de olvidar. Una minoría de timados acude a la Justicia, otros al insulto o desvarío.

CASO PRÁCTICO: Como mejor se comprende un timo es con la realidad de uno consumado. Este mereció cal y arena judicial. Una mujer agraciada, joven y bien vestida con acento argentino no porteño acude a un bufete acuciada por denuncia penal por la que pide fiscalía cárcel y multa. Todo nació tras una trifulca con una ex pareja de años atrás. El ‘agresor’ se enamoró de otra más joven, adinerada y guapa que la denunciada. A la misma le señalaba un parte de lesiones con ingreso hospitalario tras una estruendosa pelea con presencia vecinal.

El abogado, contagiado de generosidad tras unas lágrimas de quien se veía en la cárcel convirtió en patrocinada a la consultante. El abogado pidió un adelanto mínimo para gastos y procuradora. El Letrado dedicó un sinfín de horas a reconstruir la pelea en la que participó su clienta. La idea fue desmontar la versión de quien fuera pareja de ella. También, subcontrató a expertos a precios especiales por el desempleo que decía padecer la llorosa argentina. Los expertos eran un forense y detective privado, un ingeniero y un calígrafo.

El médico relativizó, en un impecable informe, los daños corporales que dictaminó el galeno judicial. El investigador privado olfateó y documentó testimonialmente peleas, pautas conductuales y la agresividad del sujeto. De su parte, el ingeniero peritó a la contra la mecánica de la pelea, cuyo escenario fue en un hueco de escalera y un rellano.

Por último, el calígrafo dudó en su pericia de que la letra de un documento que apareció en el sumario fuera de quien lo firmaba: alguien le suplantó. Había usurpación Los adelantos de tales profesionales, más los del abogado y procurador no representaban más de un 10% de lo concertado.

Una vez que fueron emitidos los informes tras ser enviados a la cliente compartida fueron rechazados por inútiles, descalificados por su ínfimo aporte y jamás fueron devueltos por la ciudadana austral. La misma cambió rápido de abogado y procurador sin siquiera pedir la venia, ni avisar a su primer Letrado. Todos los informes fueron visualizados por el denunciante antes del juicio. Al final ni ratificó la denuncia, ni recurrió su archivo.

Varias demandas en reclamo de los honorarios de profesionales, más la jura de cuentas de abogado y procurador, encontraron a una ciudadana insolvente. Timo consumado. Fin de la historia.